jueves, septiembre 07, 2017

SEMEJANTES Y DIVERSOS

Uno de los más graves errores que se cometen al abordar el estudio del pasado y, lamentablemente, también uno de los más comunes, es tratar de entender a civilizaciones anteriores, desde criterios modernos.
            Ello ha limitado la investigación histórica a lo largo de todo el orbe y es particularmente notorio en lo que se refiere al entendimiento de las culturas precolombinas, sus dinámicas internas, su organización social y, sobre todo, el rol que los individuos jugaban en ellas.

Ya antes se abordó el cómo la visión eurocentrista y, muy particularmente, los dogmas católicos contaminaron lavisión que del rol de las mujeres en las sociedades prehispánicas se tuvo durante buena parte de la época moderna y es hasta muy recientemente, que a través de nuevos paradigmas de interpretación, se ha podido reinterpretar éste, ajustándolo mucho más a la realidad histórica de aquellos pueblos.
            Actualmente es aceptado que, lejos de un rol meramente doméstico y subordinado, las mujeres precolombinas tomaron papeles importantes como parte de la sociedad, la jerarquía religiosa, guerreras y gobernantes, con sus particulares gradiantes, en prácticamente todas las sociedades y periodos históricos.
            Derivado de ello, ha sido posible replantear los conceptos  que de “masculinidad” y “feminidad” se tenía en estas culturas, entendiendo que, contrario a lo que se tenía por cierto hasta hace poco, estos no eran mutuamente excluyentes ni, posiblemente, los únicos; sino partes de un todo complejo que incluía muchas más variantes que una simple dualidad de géneros.

Lo anterior es importante cuando se aborda la existencia de la homosexualidad en estos pueblos y el cómo eran vistos estos individuos en ellos.
            Durante mucho tiempo se aceptó como válida la versión desprendida de los textos de Sahagún, según la cual, si bien la homosexualidad era aceptada entre los pueblos “menos civilizados”, ésta era “condenada y repudiada” por la “civilización hegemónica”; el imperio mexica.
            Lo primero que destaca es la artificial diferenciación entre “pueblos menos civilizados” y una “civilización hegemónica”, propia más del prejuicio que de una visión histórica antropológica y sociológicamente sustentada.
            Las culturas se desarrollan de acuerdo a las condiciones ambientales de su contexto y al intercambio que, por cualquier vía, tienen con otros pueblos. No se puede hablar de pueblos más o menos “civilizados”, sino de poblaciones diversas con desarrollos que, en algún momento, convergen.
            Resulta, entonces, cuando menos contradictorio que Sahagún registre prácticas homosexuales no sólo “aceptadas”, sino fomentadas y mitificadas entre pueblos subyugados al imperio mexica, pero establezca que, en éste, se “condenaba” la homosexualidad.
            Los mexicas impusieron una organización social, prácticas comerciales y religiosas a los pueblos conquistados. Resultaría, por tanto, extraño que a pesar de ello, “toleraran” entre estos, prácticas que, según los documentos del sacerdote, “consideraban funestas y condenables” y, al interior de su sociedad, eran “penadas con la muerte”.
            Tanto más, lo registrado por Sahagún entra en abierto enfrentamiento con lo establecido por otros cronistas españoles, que hablan de prácticas de “sodomía” generalizada entre “los principales de Tenochtitlan” y de lesbianismo ritual entre la casta sacerdotal. Amen de documentos precolombinos que registran la existencia de “concubinos varones” de los gobernantes mexicas.
            Por no hablar del testimonio de los pocos europeos que desertaron del bando conquistador y se insertaron de lleno en la vida cotidiana de la sociedad mexica, como simples pobladores.

Conviene recordar que, si bien profundamente interesado en la vida y cultura de los pueblos indígenas, el ejercicio de registro llevado a cabo por Sahagún es muy posterior a la conquista, auxiliado por indígenas ya catequizados y vigilado muy de cerca por otros sacerdotes católicos.
            Es muy posible, entonces, que la estricta moral de la iglesia haya contaminado el registro, modificando, omitiendo o directamente inventando prácticas, para satisfacer a los clérigos.
            Es sólo conociendo los prejuicios que afectaban estos ejercicios, que podemos empezar a descartarlos de nuestra visión histórica y construir, así, una imagen mucho más acertada del pasado indígena.
            Ello es importante, también, para empezar a descartar los prejuicios que contaminan la vida cotidiana hoy en día. Pues sólo conociéndonos en el pasado, podemos entendernos en el presente y construir un futuro distinto.

Mario Stalin Rodríguez.
Asesor Educativo
Museo Nacional de Antropología
México

Fuentes:
Olivier, Huilhem.(2010). Entre el “pecado nefando” y la integración, La Homosexualidad en el México Antiguo. Arqueología Mexicana. Vol. XVIII (104). 58-64.
Bastida Aguilar, L.(2015). Lo Nefando de la Homosexualidad, Revisión Crítica de la Transgresión Sexual Prehispánica. La Jornada. En http://www.jornada.unam.mx/2015/02/05/ls-central.html

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