PEQUEÑOS APUNTES SOBRE LA DIVINIDAD
Digamos, sólo por propósitos narrativos,
que dios existe y que, efectivamente, tiene algunas de las características que
le atribuyen quienes en esta figuran creen.
No,
no se trata de que sea un tipo de barba blanca que vive entre nubes con su hijo
(que sería él mismo) sentado a su diestra y una paloma que es, a la vez, su
espíritu y él mismo... No, nada tan absurdo.
Hablamos
de otras características; de las importantes.
Digamos, sólo por propósitos narrativos,
que dios es, efectivamente, él mismo y al mismo tiempo, todos sus hijos...
Entonces dios es también, por qué no, esta mujer en sus treinta que llega
cansada a su casa, se desnuda mientras se despereza y cena así, desnuda, en
compañía de sus gatos.
Digamos,
entonces, que dios no vive con más compañía que sus mascotas, que alguna vez
intentó vivir con alguien más, pero simplemente no funcionó... Digamos que dios
pudo tener un hijo, pero no quiso y vive feliz así; sola, cenando desnuda en
compañía de sus gatos.
Y
si dios es todos sus hijos, dios es también este hombre que regresa a casa y
besa a su pareja, quién también recién llega del trabajo. Cenan juntos y se
cuentan cómo les fue en el día. Hablan también de sus planes para hacer crecer
la familia.
Digamos,
entonces, que dios es también este hombre que ama a su pareja y, en esta
lógica, sería también aquel hombre que corresponde su amor... Y sería, por
supuesto, el hijo que ambos planean adoptar para completar la divina trinidad.
Digamos,
sólo por propósitos narrativos, que dios es, efectivamente, él mismo y todos
sus hijos...
Y digamos que, en esta lógica, son
precisamente los hijos más pequeños los que mejor saben hacer el trabajo de ser
dios.
Porque
son lo pequeños los que, día sí y día también, cambian el curso de las aguas de
la historia, los que se enfrentan al leviatán inamovible, son tragados por éste
y surgen victoriosos de sus entrañas... Son los pequeños los que cambian el
mundo.
Por
supuesto, esto no es un asunto de dios... Lo mejor de todo es que, fuera de los
cuentos infantiles, dios no es necesario para cambiar el mundo; basta con que
los pequeños emprendan día a día su diario caminar.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, tratado sobre la necedad
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