miércoles, septiembre 28, 2016

ANÓNIMOS

No hay llamadas, no hay palabras entre ellos. A veces es un mensaje de texto, un correo electrónico o un papel deslizado bajo la puerta; sólo una fecha y hora, el nombre de un hotel y un número de habitación... A veces es ella quien lo recibe, pero la mayoría de las veces es él.
            A veces quien lo recibe no quiere responder a la invitación y sólo la deja pasar; así, sin respuestas... Hasta la próxima vez que recibe un mensaje de texto, un correo electrónico o un papel deslizado bajo la puerta.
            Normalmente quien toma la iniciativa llega después, cuando ya le esperan... No hay palabras entre ellos; se abrazan y besan, van despojándose de sus ropas, acariciándose. Bebiendo él de ella, ella de él...

Son distintos, muy distintos.
            Ella vive entre el trabajo, su casa y sus amigos. A veces, seguido, sale de fiesta. A veces se enamora y desenamora; comparte su cama y sus días con alguien y otras, por decisión propia o no, deja de hacerlo.
            Él vive entre el trabajo, su casa y el trabajo. Muy pocas veces sale de esta rutina porque, en realidad, de rutina tiene poco; por cuestiones laborales suele ir seguido a lugares nuevos, a convivir con nuevas personas. A veces comparte su cama y muy pocas veces sus días, suelen ser encuentros casuales y efímeros.
            Son distintos, muy distintos; viven en cotidianidades distintas... Hasta que alguno de ellos recibe un mensaje de texto, un correo electrónico o un papel deslizado bajo la puerta.

Él se sumerge en ella, aspira su aroma, prueba su piel... Muerde sus senos y juega en sus profundidades.
            Ella se sumerge en él, prueba su boca, aspira su pelo... Muerde su cuello y le deja entrar.
            No hay palabras... Ninguna.

¿Cómo llegaron a este acuerdo?
            Se conocen, por supuesto, pero nunca fueron cercanos; no lo son incluso hoy... A veces, en reuniones de conocidos mutuos, se encuentran y se saludan sin mucha emoción. Platican cuando hay más gente, así se enteran escasamente de la vida del otro.
            Cuando se quedan solos, el silencio incómodo se adueña de la situación y, por lo común, él acaba pretextando cualquier cosa para ir a buscar a otras personas con quien estar y charlar.
            ¿Cómo llegaron a este acuerdo? Él no lo recuerda y si ella lo hace; no lo dice... Lo cierto es que llevan años mandándose mensaje de texto, correos electrónicos o deslizando papeles bajo las puertas.

A veces él despierta y la ve dirigirse al baño. Entonces se incorpora, se despereza y la sigue. Ahí, bajo el chorro de la ducha, vuelve a sumergirse en ella y ella en él.
            A veces ella despierta y lo ve fumando en la ventana. Entonces se incorpora, se despereza y le abraza por la espalda. Ahí, bajo la luz que se cuela a través de la cortina, vuelve a sumergirse en él y él en ella.
            Se visten. A veces ella lo besa en la frente y sale de la habitación, él se queda fumando en la cama. La mayoría de las veces él la besa en la frente y sale de la habitación, ella se queda con los ojos cerrados y, cuando escucha la puerta cerrarse, en silencio, sonríe.

Mario Stalin Rodríguez

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