TAN LIGERO COMO LAS PLUMAS
“Yo sólo soy
memoria y la memoria que de mi se tenga”
Elena Garro
Recuerdos
del Porvenir
Esto empieza con una aclaración necesaria;
creo en la necesidad y justicia de la repatriación de los bienes culturales.
Finalmente, todo pueblo tiene derecho a la memoria y a los vestigios de su
pasado. La historia propia es, finalmente, privilegio irrenunciable de todo
colectivo... Sí, creo en la necesidad y justicia de la repatriación de bienes
culturales. No creo, sin embrago, que ésta deba lograrse sobre falacias
descaradas y chantajes emocionales.
No
se me malentienda; no defiendo “verdades históricas” irreductibles. Las
verdades históricas (y en ello incluyan tanto las de la academia, como las de
la PGR) han demostrado, históricamente, ser las más endebles... Creo, sí, en
que la historia debe fundarse, sino sobre la realidad, al menos en la mejor mentira
disponible; la que más apagada a la realidad sea.
Pongamos
por ejemplo la pieza llamada “penacho de Moctezuma” que, sobre ello se
ahondará, probablemente ni era penacho, ni perteneció a gobernante alguno (no
digamos ya a Moctezuma segundo)...
Elaborada con 400 plumas de Quetzal,
plumaje de colibríes y otras aves, además de piedras y metales preciosos y con
un diámetro de 175 cm, la pieza ha sido parte central de las relaciones
bilaterales entre el Estado mexicano y el gobierno austriaco.
De
hecho, ha estado a punto de causar el rompimiento de relaciones diplomáticas en
más de una ocasión (la más famosa de ellas involucró a un danzante ebrio, tres
tabiques y muchos, muchos, policías de Viena) y ha sido motivo de al menos tres
resolutivos del Comité de Repatriación de Bienes Culturales de la ONU.
La
historia de la pieza va desde la conquista española de América, pasando por las
intrigas palaciegas de la nobleza europea, llegando hasta la conquista civil
del poder en el viejo continente. Involucra mitos, mentiras descaradas y, por
supuesto, la gran ignorancia de las academias europeas.
Es
probable que la pieza haya sido parte del llamado “ajuar de Quetzalcoatl” que
Moctezuma segundo obsequió a Hernán Cortes antes del arribo de éste a la ciudad
de Tenochtitlán... No se deduzca del nombre ninguna implicación teológica, ni
se pretenda con éste dar por válida la versión según la cual los indígenas
creyeron que la llegada del conquistador europeo era el regreso de su dios
ausente.
Finalmente,
la única voz que dice que los mexicas creyeron que Cortes era Quetzalcoatl, es
la del propio Cortes... La realidad, por el contrario, habla de hechos muy
distintos.
Cortes
nunca fue recibido en el Templo Mayor de Tenochtitlan, tanto más; su
recibimiento se realizó a las afueras de la ciudad y fueron enviados al palacio
del padre de Moctezuma segundo, ubicado en la periferia de la ciudad, muy lejos
del centro ceremonial... Y sí, a su llegada fue obsequiado con el ajuar citado,
probablemente; no tanto un regalo como una prueba en la que el español fracasó.
Antes
que Cortes, llegaron sus aliados indígenas, pertenecientes a la etnia
tlaxcalteca, anunciado a voces “el retorno de Quetzalcoatl” (probablemente,
como parte de un intento del europeo de aprovecharse del misticismo mexica).
Para probar su autoafirmada divinidad, el español fue “obsequiado” con piezas
extraídas de diversos templos, entre las que se mezclaban basura y verdaderos
tesoros; lo más seguro, para ver si sabía diferenciarles y qué hacer con cada
una.
Sobra
decirlo, cuando el español guardó todo esto en cofres; quedó bastante en claro
que no era ningún dios...
Sí; todo lo anterior es un ejercicio de
especulación, pero tiene mucho mayor sentido que cualquier otra versión en boga
en tiempos pasados.
Lo
cierto es que Cortes envió sus obsequios a la corona española, en aquel
entonces en manos de Carlos I, de la casa de Habsburgo y, como suele suceder
con la nobleza, éste decidió catalogarlos y embodegarlos...
En
1700 (casi 200 años después), en medio de un gran caos, la casa austriaca
abandonó el trono de la península ibérica (que recayó en los todavía reinantes
borbones... Aunque los actuales monarcas deban su corona más a Franco que a
nadie más), refungiándose en Austria, donde aún gobernaban (de hecho,
recuérdese, el pretexto utilizado por los conservadores para traer a
Maximiliano de Habsburgo a hacerse cargo del gobierno de México, era que éste era
el legítimo heredero de la corona española).
Ya
en el siglo XX, y a raíz del reacomodo político que la I y II Guerras Mundiales
trajeron consigo, el poder de Austria pasó a manos civiles. Las nuevas
autoridades aprovecharon las riquezas acumuladas por siglos de la nobleza... En
1945, tras la caída de las potencias del Eje, en el Museo Etnográfico de Viena,
sobre un maniquí que representaba a un hombre de raza negra, se puso en
exhibición “la Capa Africana”... Sí, efectivamente, el ahora llamado “Penacho
de Moctezuma”.
Obviamente,
las circunstancias del cambio de denominación no son del todo claras. Se sabe
que la pieza permaneció expuesta como “Capa Africana” durante un buen tiempo,
hasta que un asistente al museo (la leyenda cuenta que era mexicano) hizo notar
a las autoridades de éste que, en África, no hay quetzales (esta ave es
endémica de América, de la Selva Lacandona, para ser más precisos).
Tratando
de reconstruir la historia de la adquisición de la pieza, los investigadores
llegaron a Cortes y a la nobleza indígena... Y volviendo a fracasar, casi 500
años después, en la misma prueba que Cortes; volvieron a malinterpretar su
naturaleza y uso... Y ya está; “El Penacho de Moctezuma”.
Volvamos a los primeros párrafos, por su
forma, tamaño y peso, la pieza no podría ser usada como “penacho”, sin
arriesgarse a que quebrara el cuello de su usuario... Por no hablar de la
imposibilidad que las plumas de quetzal (con una longitud superior a un metro) permanecieran
erguidas sin auxilio de un soporte rígido (agregando mayor peso).
De
hecho, dejando de lado la cuestión geográfica, es probable que el primer
acercamiento de los museógrafos vieneses no estuviera del todo errado en cuanto
a su naturaleza y uso.
De
acuerdo a la mayoría de los investigadores actuales y haciendo un comparativo
iconográfico, es probable que la función original de la pieza fuera,
efectivamente, la de ser una capa. No de una persona, sino de una estatuilla de
Quetzalcoatl, de la forma en que esta deidad era retratada no por los mexicas,
sino por los huastecos...
De nuevo; sí, creo en la necesidad y
justicia de la repatriación de bienes culturales. No creo, sin embrago, que
ésta deba lograrse sobre falacias descaradas y chantajes emocionales... Sobre
todo, si la realidad resulta ser mucho más interesante.
Mario
Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de
Antropología
Fuentes:
Gonzáles Rul, Francisco, “El Penacho de
Moctezuma” en Arqueología Mexicana;
México, 1995.
Rodríguez de la Vega Cuellar, Mario Stalin,
Mexica (6ª edición), México, Museo Nacional
de Antropología, 2014
Solis, Felipe, Mexica. Museo Nacional de Antropología,
México, Conaculta/INAH/MNA/Luwerg, 2004.Etiquetas: Académico, Memoría / olvido
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