Recuerdos (3 de 4)
Continuamos hoy con los recuerdos de mi madre, quien los escribiera poco antes de su muerte en Mayo... Infortunadamente, en más de un sentido, la vida se le acabó antes de terminarlos.
A mi madre le era muy difícil sostenernos y pagar la renta, por lo que nos mudábamos de casa constantemente, recorrimos varios barrios, rentamos en: el Callejón del Cariño casa de la cual recuerdo solo su fachada y como mi hermano se brinco un día que mi mamá había olvidado las llaves, después en la calle de Iturbide donde había muchas goteras, cuando llovía se nos inundaba uno de los cuartos en esa época Felisa, una viejecita española que pedía limosna, hizo amistad con mi mamá y nos cuidó algunas de las noches que mi madre trabajaba; de ahí nos cambiamos a la calle de Rayón por San Miguelito -afuera de esta casa había un gran hormiguero con grande hormigas rojas que mi hermano Sergio y un amigo agarraban y las ponían a pelear en el quicio de la ventana. Ahí fue donde tuvimos un palomo que mamita nos regaló, era bravo como un perro, picoteaba los pies de las visitas. Por último, antes de que mi mamá retornara a vivir con Mamita, estuvimos unos meses viviendo en un cuarto que nos rentó la viejita “Chola Chonga” una ancianita que muchas de las noches no dormía y se la pasaba hablando y echándole la “viga” a mi mamá, ahí tuve un pequeño accidente me queme levemente la planta del pie por andarme subiendo a un lavadero abajo del cual se estaban quemando unos papeles. Durante estos años muchas de las veces nos quedábamos solos, encerrados con llave, aunque mi hermano ocasionalmente se salía un rato a la calle, saltándose por la ventana, yo era más miedosa y desde ahí lo observaba jugar. Estos años tuve pocos juguetes, tengo en la memoria: un clásico juego de Te de lámina con platitos, tacitas, una cafeterita y su charola, ollitas y cazuelitas de barro. Como a los seis años, en navidad me trajeron mi primera muñeca tenía cabecita de cerámica, cuerpo de trapo relleno de aserrín, trencitas y zapatitos. Mi mamá me guardaba una muñeca fina que cerraba sus ojitos y tenia pelo, me la había regalado mi madrina Anita a la que apenas recuerdo haber visto una o dos ocasiones.
Después de este largo peregrinar cuando apenas yo tenía unos siete u ocho años nos fuimos a vivir con Mamita, a una casa grande con solar, propiedad de Manuel el novio de mi tía Lalita. Estaba en Santos Degollado una calle muy ancha de tierra suelta en la que no había agua ni drenaje, tenía un gran solar delimitado por nopaleras y un gran y peligroso pozo. A nosotros nos instalaron en un cuarto nuevo que iba a ser la cocina, al cedérnoslo se continuó cocinando en un cuarto de láminas de cartón acanalado color rojo, donde había una estufa de petróleo, se guardaba agua en un apaste (olla grande de barro) y una mesa vieja de madera. Mamita y mis tías Lalita y Coquito ocupaban la pieza más grande del lado derecho del pasillo, mamita cosía ajeno a máquina, Lalita trabajaba en el Sol Vel un expendio de dulces, velas y veladoras y Coquito era maestra de primaria en una escuelita particular propiedad de dos hermanas las maestras solteronas medio religiosas Karitina y Victoria, en ella cursamos mi hermano y yo la primaria. Mi tío Pepé y su familia (mi tía Angelina y mis primos Pilar, Pepito, Leonorcita y el recién nacido Raulito) ocupaban provisionalmente el primer cuarto de la izquierda (originalmente era la sala), recién habían regresado de la ciudad de Chihuahua porque se les incendió el negocio de vinatería, mi tío Pepé fue distribuidor de sinfonolas y agente de ventas de la Majestic, fabricante de las primeras televisoras en México, gracias a ello, tuvimos unos meses de muestra o exhibición un televisor en casa de mamita, algo insólito y que resulto lucrativo, pues mi tío los domingos por la tarde, cobraba 20 centavos la entrada para ver el cuento de Cachirulo y se llenaba la sala, había pocas sillas pero a los niños los sentaban en un trozo de caja de cartón en el suelo. Enseguida estaba el cuarto de mi Tío Raúl y María su esposa que armaban cuadros de diferentes tamaños, compraban los marcos de diferentes medidas, el vidrio o cristal los cortaban con diamante a la medida, al igual que el cartón y los cromos con imágenes religiosas como la última cena, la Guadalupana, paisajes, se armaban y clavaban los cuadros que él llevaba a vender a los pueblos de Matehuala, Río Verde, Valles, Ciudad Maíz, El Mante, Panuco y Tampico.
Maria Teresa Cuellar Salinas
1950 - 2011
1950 - 2011
Etiquetas: in memorian, tratado sobre la necedad
7 Comments:
Pendiente de la próxima entrega. Me encanta! No sé si salió mi anterior comentario.
Un beso muy grande
La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.
Es precioso que sigas dejándo aquí la vida de tu mamá. Es una historia llena de vida que yo en particular, agradezco que la podamos compartir.
besicos muchos.
mmm nada que decir la verdad ya lo dije ella fue grande..aun desde pequeña.
Me gusta mucho leer lo que con tanto mimo nos transcribes.
Una mezcla de lejano por los giros en tantas y tantas expresiones y muy muy cercano por lo que se cuenta; trabajo , penurias, una vida dura ... eso me suena muy cercano.
Un abrazo
Siempre es bonito recordar con cariño.
Pasaba
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