La creación 3 de 3

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Una vez creados el hombre y la mujer, Quetzalcoatl convocó a los demás dioses en la ciudad de Teotihuacan, donde exigió el sacrificio de uno de ellos para dar vida al nuevo sol. Sólo Tecuciztecatl, el más vanidoso de ellos, se ofreció como voluntario.

Los otros dioses, temerosos de lo que podría ocurrir si éste se transformaba en el nuevo sol, le ordenaron a Nanahuatzin (el más humilde de todos ellos) que se presentara como voluntario para competir contra el dios. Nanahuatzin era el más pobre de los dioses, tan pobre que no tenía ni ropa para cubrir su cuerpo, el cual estaba cubierto de llagas.
Se pidieron ofrendas a los dos candidatos. Tecuciztecatl dio oro, mantas finas, plumas de quetzal y piedras preciosas. Nanahuatzin, que nada tenía, sólo pudo ofrecen bolas de heno empapadas en su sangre. Como premio a sus ofrendas, los dioses le regalaron a Tecuciztecal un pectoral de oro, como burla a su miseria, le dieron a Nabahuatzin una camisa de papel.
Huehueteo, dios del fuego, encendió una gran hoguera para que el dios se sacrificara, pero Tecuciztecatl, por temor y cobardía, no pudo hacerlo en cuatro intentos. Nanahuatzin, quien dijo “nada tengo, nada pierdo”; simplemente cerró los ojos y se arrojó al fuego.
Y ahí murió quemado y de ahí renació como el Quinto Sol; Ollin Tonatiuh. Era tal su brillo y su belleza, que Tecuciztecatl se llenó de envidia y se arrojó, ahora sí, a la hoguera para morir quemado. Renació como otro sol, mucho más bello, grande y brillante que Tonatiuh. Pero Ehecatl lo castigó por su cobardía inicial, así que con su arco le disparó un conejo para apagar su fuego, creando así la luna.

Así veían los mexicas el inicio de nuestra era.

(Una versión mucho más libre de esta parte del relato, fue presentada en estos bites en un post MUY anterior)

Ahora sí, si nada ha salido trágicamente mal o demasiado bien, la próxima semana regreso al lugar de siempre, a la misma ciudad y con la misma gente... Y a los desvarios de siempre.