VERSIONES IX
A Yessica le agrada trabajar en la Oficina de Prensa de la Presidencia , aunque sabe que a Héctor la sola idea le disgusta. Ese pensamiento le alegra, siempre sonríe cuando se sorprende pensando en aquel necio que conoció en sus años de estudiante.
Fueron y son un grupo extraño e inesperado, unidos por una amistad que casi cualquiera juzgaría imposible entre personas tan diversas. Ella, niña de escuelas privadas y con una visión por demás reducida del mundo; él, siempre discordante, la voz necia, el desarreglado; Cinthya, con su vivencia en una unidad habitacional, hija de la educación pública; Elena, la de todas las oportunidades y todas las puertas abiertas, quien parecía sólo necesitar el desear algo para obtenerlo y Beatriz, la de la madurez prematura y los ojos puestos en el presente. A este grupo lo completa, por supuesto, una ausencia que estos párrafos ya han sugerido sin nombrarla.
Fueron y son un grupo inesperado; individuos cuyas circunstancias particulares llevaron, por caminos diversos, a converger entre cuatro paredes y a sólo unas sillas de distancia. Si se les preguntara, es probable que ninguno de ellos podría dar una explicación razonable sobre el por qué y el cómo llegaron a ser amigos. Es probable, de hecho, que eso no importe; porque amigos fueron y, con sus grados personales, siguen siéndolo.
A Yess, queda escrito, le gusta su trabajo en la Oficina de Prensa de la Presidencia , aun si, cuando estudiaba Publicidad en la UNAM , jamás se hubiera imaginado terminar entre estas paredes. El trabajo sería más adecuado para Héctor o para su eterna obsesión, incluso Elena sería perfecta para este escritorio, pero no ella.
Aún así, Yessica es feliz en este trabajo.
Mira la foto que está sobre su escritorio; las cinco, cuando jóvenes, miran sonrientes hacia la lente. Es curioso, en realidad existen pocas imágenes de todo el grupo, siempre alguien estaba ausente o, simplemente, era necesario que alguno, la mayoría de las veces Héctor, manejara la cámara.
Es curioso, últimamente no ha pensado mucho en este grupo. No es que les extrañe, a casi todas las ve constantemente, aunque no tan seguido como quisiera y casi nunca a más de una o dos a la vez. Héctor es, tal vez, la mayor ausencia, siempre metido en sus asuntos, siempre sin tiempo.
Es curioso, últimamente no ha pensado mucho en este grupo, pero hoy le ha dado por recordarlo, sobre todo en hacer memoria de cómo eran en los primeros años.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
Cinthya saluda al sol del amanecer con una mentada de madre. De nuevo talla sus ojos y trata de ver lo que ha escrito en la últimas tres horas; dos tristes párrafos llenos de incorrecciones de sintaxis. Apaga la computadora sin guardar y ve a su Gustavo dormir el sueño de los justos.
Acaricia la frente de su pareja y sale del dormitorio; en otro cuarto el niño siente el caminar de su madre por los pasillos y decide hacerle saber de su hambre, suciedad y hastío, es decir; suelta un berrido que se escucha hasta la calle, cinco pisos abajo.
Cargando al niño Cinthya prepara el biberón y le da de comer; arregla el desorden de la sala, provocado por un inesperado arranque de pasión marital la noche anterior; lava dos platos para el desayuno y encuentra los pañales.
Mira su mano izquierda y reconoce la sortija marital.
Si le hubieran preguntado cuando estudiaba, es posible que el suyo no figurara en la lista de nombres de quiénes se casarían después de la universidad. De estarlo, se inscribiría en el lugar justo debajo de Héctor, muy atrás de todas sus amigas.
Es curioso, años después, es ella la única que ha logrado una relación duradera.
El teléfono la sacó de sus pensamientos; su editor quería saber sobre su columna, era hoy la fecha de cierre de edición y ni ella ni Héctor parecían preocupados por entregar su respectivas colaboraciones.
Se disculpó como quien reconoce su culpa y prometió entregar su texto a primera hora de la tarde; sólo hacía falta cotejar algunos datos, mintió.
Cuando Héctor la invitó al experimento de una nueva revista de análisis, no se imaginó que haría de ello su forma de vida. Desde entonces ha publicado, de forma interrumpida, su visión del mundo todas las semanas, aunque, todo hay que reconocerlo, algunas opiniones expresadas ahí ya no puedan ser compartidas ni por ella misma.
Despertó a Gustavo, recordándole su horario de trabajo. Desayunaron juntos y acostó al niño. Se sentó frente a la computadora, decidida a terminar con el trabajo.
Entonces sonó el teléfono.
Cierra la hoja de cálculo que tan detalladamente destroza el futuro de su empresa y maldice por lo bajo. Recorre con mirada cansada las cuatro paredes de su oficina, llenas de diplomas, placas conmemorativas y premios. Piensa de nuevo en el absurdo de una carrera, tan llena de reconocimientos, que la acerca tan rápido a la bancarrota.
Entre los diplomas resalta un dibujo viejo, en él figuran las caricaturas de sus mejores amigos de juventud. Elena sonríe para sí, en aquellos años todo parecía mejor y más sencillo.
Siempre fue fácil para ella, la vida parecía más que dispuesta a abrirle todas las puertas; obtuvo becas y oportunidades a manos llenas. Incluso, al término de su carrera, hubo de elegir entre un jugoso salario en una consultoría y varias ofertas de becas para hacer la maestría.
Eligió la agencia, sobra decirlo, y pocas veces se ha arrepentido de su decisión, hoy es una de ellas.
Regresa a los números rojos que surgen en cada una de sus transacciones. Ni siquiera sus más grandes clientes, oficinas gubernamentales locales y federales, podrían salvarla de una futura temporada, en el mejor de los casos, verdaderamente apretada.
Enciende un cigarrillo mientras, distraídamente, vuelve al dibujo que adorna su pared. Reconoce los trazos de Héctor y sonríe; cuando jóvenes podía criticar gustosamente la afición de Héctor por el tabaco, hace tres años comprendió por fin esa necesidad que hacía a su amigo alejarse de ellas de vez en vez, para poder fumar y no molestarlas.
Sobre todo, vuelve a sonreír Elena, para no molestar a quien parecía ejercer gobierno sobre los días de Héctor, sin estar nunca en realidad junto a él.
Hacia mucho que no pensaba en su antiguo grupo; de todas ellas, sólo a Yessica ha continuado viéndola con alguna regularidad, y es casi sólo a través de ella que tiene noticias de las otras.
A Héctor lo ha visto algunas veces, casi siempre por iniciativa de él y casi siempre por asunto perfectamente banales. Ahora que lo piensa, no sabe casi nada del presente de su amigo, a lo mucho que escribe en alguna revista y da clases, aunque no pueda decir ni en qué revista ni de qué materia.
Pérdida en sus pensamiento Elena ha logrado olvidarse, aunque sea por un momento, de las decisiones que deberá verse obligada a tomar.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
Mira las placas y, de nuevo, no le gustan nada: una semana de trabajo en la playa, casi 500 exposiciones de más de 20 modelos y no hay una sola fotografía mínimamente rescatable. Beatriz se soba la base de la nariz con los dedos índice y pulgar, un gesto que aprendió de Héctor hace muchos años y maldice, como es costumbre, su trabajo.
Nunca esperó esto; el trabajar para una agencia de modelaje, el sólo tomar fotografías intrascendentes para hacer lucir bien a personas irreales. Cada que mira la cámara ve cadenas.
Todo era tan distinto en la universidad, rodeada de sus amigas, de sus entrañables amigas y de Héctor. Entonces parecía que el mundo era muy otro, juntos podían planear un futuro distinto.
Pero la traicionaron, cada una hizo su vida por su cuenta y se alejaron de ella; dejándola con su cámara y sus proyectos inconclusos.
Ahora las ve poco. Incluso Héctor es más ausencia que amistad; enclaustrado en su mundo de relaciones conflictivas y letras, refugiado en las paredes de la escuela que ella no visita o metido hasta las narices en las marañas sociales de este país, su antiguo amigo parece una fotografía que la humedad ha borrado.
No es que no lo vea, de hecho; es él a quien más frecuenta, se ven al menos una o dos veces al mes y hablan de sus respectivas vidas. Siempre es él quien dice envidiarle y es sincero, ¿cómo no envidiar los constantes viajes y la total ausencia de preocupaciones económicas?
Beatriz maldice para sus adentros, ojalá fueran las preocupaciones económicas lo que a su vida da problemas. No es eso, es sobre todo ese sentir que no hace lo que debería, ese sentimiento de estar encerrada en la seguridad.
Maldice y da un trago al caballito de tequila que le acompaña siempre que revela su trabajo. Elige cinco fotografías de cada una de las chicas y piensa, de nuevo, en el absurdo de modelar trajes de noche en escenarios de playa diurnos.
Algún día, se dice, la cámara dejará de ser cadena y el mirar a través de ella volverá a tener sentido.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
Falta un personaje por convocarse y lo será, pero no en estos párrafos. Llega el tiempo para que estas líneas presenten a la ultima ausencia y la nombren por fin.
P.D. que dedica este capítulo...
No me leen, hace siglos que no las veo, pero este capítulo está dedicado, obviamente, al gremio... por lo que ellas saben.
Fueron y son un grupo extraño e inesperado, unidos por una amistad que casi cualquiera juzgaría imposible entre personas tan diversas. Ella, niña de escuelas privadas y con una visión por demás reducida del mundo; él, siempre discordante, la voz necia, el desarreglado; Cinthya, con su vivencia en una unidad habitacional, hija de la educación pública; Elena, la de todas las oportunidades y todas las puertas abiertas, quien parecía sólo necesitar el desear algo para obtenerlo y Beatriz, la de la madurez prematura y los ojos puestos en el presente. A este grupo lo completa, por supuesto, una ausencia que estos párrafos ya han sugerido sin nombrarla.
Fueron y son un grupo inesperado; individuos cuyas circunstancias particulares llevaron, por caminos diversos, a converger entre cuatro paredes y a sólo unas sillas de distancia. Si se les preguntara, es probable que ninguno de ellos podría dar una explicación razonable sobre el por qué y el cómo llegaron a ser amigos. Es probable, de hecho, que eso no importe; porque amigos fueron y, con sus grados personales, siguen siéndolo.
Aún así, Yessica es feliz en este trabajo.
Mira la foto que está sobre su escritorio; las cinco, cuando jóvenes, miran sonrientes hacia la lente. Es curioso, en realidad existen pocas imágenes de todo el grupo, siempre alguien estaba ausente o, simplemente, era necesario que alguno, la mayoría de las veces Héctor, manejara la cámara.
Es curioso, últimamente no ha pensado mucho en este grupo. No es que les extrañe, a casi todas las ve constantemente, aunque no tan seguido como quisiera y casi nunca a más de una o dos a la vez. Héctor es, tal vez, la mayor ausencia, siempre metido en sus asuntos, siempre sin tiempo.
Es curioso, últimamente no ha pensado mucho en este grupo, pero hoy le ha dado por recordarlo, sobre todo en hacer memoria de cómo eran en los primeros años.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
Acaricia la frente de su pareja y sale del dormitorio; en otro cuarto el niño siente el caminar de su madre por los pasillos y decide hacerle saber de su hambre, suciedad y hastío, es decir; suelta un berrido que se escucha hasta la calle, cinco pisos abajo.
Cargando al niño Cinthya prepara el biberón y le da de comer; arregla el desorden de la sala, provocado por un inesperado arranque de pasión marital la noche anterior; lava dos platos para el desayuno y encuentra los pañales.
Mira su mano izquierda y reconoce la sortija marital.
Si le hubieran preguntado cuando estudiaba, es posible que el suyo no figurara en la lista de nombres de quiénes se casarían después de la universidad. De estarlo, se inscribiría en el lugar justo debajo de Héctor, muy atrás de todas sus amigas.
Es curioso, años después, es ella la única que ha logrado una relación duradera.
Se disculpó como quien reconoce su culpa y prometió entregar su texto a primera hora de la tarde; sólo hacía falta cotejar algunos datos, mintió.
Cuando Héctor la invitó al experimento de una nueva revista de análisis, no se imaginó que haría de ello su forma de vida. Desde entonces ha publicado, de forma interrumpida, su visión del mundo todas las semanas, aunque, todo hay que reconocerlo, algunas opiniones expresadas ahí ya no puedan ser compartidas ni por ella misma.
Despertó a Gustavo, recordándole su horario de trabajo. Desayunaron juntos y acostó al niño. Se sentó frente a la computadora, decidida a terminar con el trabajo.
Entonces sonó el teléfono.
Entre los diplomas resalta un dibujo viejo, en él figuran las caricaturas de sus mejores amigos de juventud. Elena sonríe para sí, en aquellos años todo parecía mejor y más sencillo.
Siempre fue fácil para ella, la vida parecía más que dispuesta a abrirle todas las puertas; obtuvo becas y oportunidades a manos llenas. Incluso, al término de su carrera, hubo de elegir entre un jugoso salario en una consultoría y varias ofertas de becas para hacer la maestría.
Eligió la agencia, sobra decirlo, y pocas veces se ha arrepentido de su decisión, hoy es una de ellas.
Enciende un cigarrillo mientras, distraídamente, vuelve al dibujo que adorna su pared. Reconoce los trazos de Héctor y sonríe; cuando jóvenes podía criticar gustosamente la afición de Héctor por el tabaco, hace tres años comprendió por fin esa necesidad que hacía a su amigo alejarse de ellas de vez en vez, para poder fumar y no molestarlas.
Sobre todo, vuelve a sonreír Elena, para no molestar a quien parecía ejercer gobierno sobre los días de Héctor, sin estar nunca en realidad junto a él.
A Héctor lo ha visto algunas veces, casi siempre por iniciativa de él y casi siempre por asunto perfectamente banales. Ahora que lo piensa, no sabe casi nada del presente de su amigo, a lo mucho que escribe en alguna revista y da clases, aunque no pueda decir ni en qué revista ni de qué materia.
Pérdida en sus pensamiento Elena ha logrado olvidarse, aunque sea por un momento, de las decisiones que deberá verse obligada a tomar.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
Nunca esperó esto; el trabajar para una agencia de modelaje, el sólo tomar fotografías intrascendentes para hacer lucir bien a personas irreales. Cada que mira la cámara ve cadenas.
Todo era tan distinto en la universidad, rodeada de sus amigas, de sus entrañables amigas y de Héctor. Entonces parecía que el mundo era muy otro, juntos podían planear un futuro distinto.
Pero la traicionaron, cada una hizo su vida por su cuenta y se alejaron de ella; dejándola con su cámara y sus proyectos inconclusos.
Ahora las ve poco. Incluso Héctor es más ausencia que amistad; enclaustrado en su mundo de relaciones conflictivas y letras, refugiado en las paredes de la escuela que ella no visita o metido hasta las narices en las marañas sociales de este país, su antiguo amigo parece una fotografía que la humedad ha borrado.
No es que no lo vea, de hecho; es él a quien más frecuenta, se ven al menos una o dos veces al mes y hablan de sus respectivas vidas. Siempre es él quien dice envidiarle y es sincero, ¿cómo no envidiar los constantes viajes y la total ausencia de preocupaciones económicas?
Maldice y da un trago al caballito de tequila que le acompaña siempre que revela su trabajo. Elige cinco fotografías de cada una de las chicas y piensa, de nuevo, en el absurdo de modelar trajes de noche en escenarios de playa diurnos.
Algún día, se dice, la cámara dejará de ser cadena y el mirar a través de ella volverá a tener sentido.
El teléfono la saca de sus pensamientos.
P.D. que dedica este capítulo...
No me leen, hace siglos que no las veo, pero este capítulo está dedicado, obviamente, al gremio... por lo que ellas saben.
Etiquetas: Asuntos Gremiales, Versiones
13 Comments:
Bonita dedicatoria Mario, si yo fuera parte del gremio me sentiría orgullosa.
El dibujo de esta entrada me gusta mucho, claro que me gustan todos ya lo sabes.
Besicos
Ejemplos sacados de la vida misma...bueno casi...
Ojalá la vida misma nos otorgue cosas buenas...
Es extraño leer éstos párrafos después de unos años...y será mejor leerlos dentro de uns más...
A mí me has dejado super intrigada con lo del gremio pero mejor no pregunto :)
Besos
Además ese P.D. no todo es cierto... y gracias x la dedicatoria.
Inmenso, como siempre. Yo me sentiría orgulloso de encontrarme entre ellos. Buenas descripciones y mejor hacer.Me ha encantado.
Por cierto, por supuesto que puedes opinar lo que creas conveniente en mi blog. Faltaría más, vamos!!! Yo encantado, sólo con tu visita.
UN fuerte abrazo
Y ahora que? te leo y me desestabilizo
Nani. No eres parte del gremio... Básicamente porque como se infiere en el capitulo, este grupo inesperado se creo en condiciones especiales e irrepetibles. Pero, no lo dudes (y lo sabes), eres parte de esas personas a quienes me honro de conocer (así sea sólo a través de los bits y nuestras mutuas letras), auqellas que me cambian y me permiten seguir coherente.
Frarifedas. Pues claro que son ejemplos sacados de la vida misma, qué esperabas? No tengo suficiente cabeza para inventarmelas; sólo tuve la suerte de conocerlas.
Y de eso se trata todo, si la vida no da cosas buenas (que no es su labor, por otra parte); hay que exprimírselas.
Nanny. El Gremio queda explicado un poco en el capítulo... Si no acaba de crecer tu intriga así, puedes leerte (o releerte) lo escrito aquí
Farifedas (again). No? Hace cuanto que no te veo? Además, no tengo pruebas de que, efecticvamente, me leas... Y aún si fuera así; una de cuatro (por hay una que, lo sabes, verdaderamente ya no me intereza que me lea) no es un porcentaje muy halagador.
Herodes. Yo que usted me cuidaría un poco de a quién invito a comentar en mi blog... Eso sí, guardo registro de la invitación y me pasearé más por sus bits... SOBRE ADVERTENCIA NO HAY ENGAÑO.
driada. Desestabilizarte? Pero si es uno de los capítulos más tranquilos de la novela, creeme.
Bueno, acabo de dejar a Nani en la estación de tren, así que ... no estoy muy inspirada; tampoco triste, han sido unos días muy gratos para ambas (creo); pero,eso, que pasaba por aqui para decirte que lo mismo ya hasta leo los blogs...jejeje
A ver si nos vemos esta semana que después empiezan mis viajes e historias...jejeje
Besos
Me ocurre con frecuencia… Pienso en mis amigos, mi entorno y me imagino donde acabaremos, que mirada futura le echaré yo a algunas fotos… es mas la intriga que la melancolía lo que me pesa…
Kisses
P.S. Aunque parezca muy absurdo me ha encantado el detalle de los caballitos. Aquí no hay, y el tekila lo bebes en vasos de chupito, bastante más bajitos y menos estilizados que los caballitos…
He pasado por aqui...y como siempre me ha gustado tu relato, así que te dejo mi huella y mi beso...
A mí se me ocurren 2 posibles gremios...
las novelas deben ser Bildungsroman que transmitan los valores de un pueblo!!!
Pues como yo te leo, estoy empezando a pensar que no soy del gremio... pero sé que también me quieres.
Un beso muy grande. A mi hija le hizo mucha ilusión tu felicitación por haber aprobado. Y a mí también...
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