Historias Caminantes y 06
LOS PASOS ACTUALES II
(Sobre la representación de una guerrera Mixteca del cerro de las Flores en el códice Nuttall)
Como
se ha visto la migración ha sido una constante desde los tiempos anteriores a
la conquista europea y como tal se mantuvo durante la consolidación territorial
de la Nueva España y el difícil nacimiento del México independiente. En buena
medida marcada por los constantes conflictos sociales que se dieron durante
estos periodos históricos, sí, pero también motivada por las propias dinámicas
políticas de los regímenes imperantes.
La
migración agrícola de temporada tiene su origen en el periodo virreinal, cuando
el despojo de tierras a comunidades indígenas y la entrega de éstas a les
colonizadores, obligaron a las personas a moverse de hacienda en hacienda, de
tierra de cultivo en tierra de cultivo, sin tener más propiedad que la de su
fuerza de trabajo.
La
independencia no significó un cambio real en esta situación, tanto más; los
conflictos sociales derivados de las distintas intervenciones extrajeras y,
finalmente, la política agraria abiertamente represiva hacia las comunidades
indígenas, la entrega de territorios a las mineras y ferroviarias y la agresiva
“modernización” del porfiriato, acrecentaron la injusticia a la que las
comunidades jornaleras eran sometidas.
La
consolidación de los regímenes de la “revolución institucionalizada” y su
política agraria marcada por el clientelismo y la corrupción, así como la
llegada del neoliberalismo y el fin del régimen ejidal, precarizaron aún más a
las comunidades agrícolas en general y a la población jornalera en particular.
En la actualidad las comunidades jornaleras son uno de los segmentos de población más precarizados y víctimas de violencias por parte de la agroindustria y el crimen organizado (que muchas veces son la misma cosa).
El hogar de la
proletaria es el mundo, el mundo entero, con todo su dolor y su alegría, con su
fría crueldad y su ruda grandeza. La proletaria es esa mujer que migra, que
acampa en barrancas y seca pañales cantando, mientras la dinamita hace volar
las rocas por los aires. Es la jornalera rural, la empleada estacional que
descansa durante la primavera sobre su modesto montón de ropa en medio del
ruido, en medio de los trenes y las estaciones, con un pañuelo en la cabeza y
esperando pacientemente un tren que la lleve de un lado a otro. Con cada ola de
miseria, esa mujer emigra, instalada en el entrepuente de los barcos.
Conforme el abandono de las comunidades agrícolas crecía en el México independiente y post revolucionario, también creció la ola de caminantes que huían del campo y buscaban refugio en las ciudades...
Y en la capital
Lo halle en un
mercado
Con su mecapal
Descargando un
carro.
Le dije: 'padrino,
le andaba buscando'
Se echó un trago'e
vino
Y se quedó pensando
Me dijo: 'un favor
vo'a pedirle ahija'o
Que a naiden le
cuente que me ha encontra'o
Que yo ya no quero
volver pa'lla
Al fin ya no tengo
ni'onde llegar.
(...)
'Sin lo que más
quero ya nada es igual
Cobija y sombrero
serán mi hogar
Por eso, por eso mi
ahija'o regrese en paz
Y a naiden le
cuente que estoy acá'.
La
migración rural-urbana ha estado presente desde el nacimiento de las grandes
urbes con su promesa de mejores servicios y calidad de vida, incluso desde
tiempos prehispánicos.
En
el México independiente se ve acrecentada en el porfiritaro con la violencia
que el régimen del dictador ejerce en contra de las comunidades rurales. Y ya
en la época moderna en las décadas de los 30-40, debido a las fallidas promesas
de prosperidad que la industrialización de auge petrolero trajo consigo.
Esta
ola migratoria, ininterrumpida hasta nuestros días, hizo crecer los cinturones
de miseria en la periferia de las grandes urbes; las ciudades dormitorio en las
que se hacina la población precarizada que mantiene funcionando las grandes
urbes.
A
ello debe sumarse, en tiempos más actuales, el desplazamiento de población popular
urbana obligado por la gentrificación que les expulsa de sus barrios y calles
hacia las ciudades dormitorio de las periferias, lejos de los bienes y
servicios que su trabajo mantiene.
Un
fenómeno análogo sucede en el campo, donde, además de las condiciones de
violencia institucional o criminal ya descritas, procesos gentrificadores y de
turistización (como los llamados “pueblos mágicos”) expulsan a las personas de
sus comunidades y tierras, hacia las ciudades y hacia el extranjero.
La migración México-Estados Unidos no es
nueva y no se detendrá por el capricho de un idiota naranja, por mucho poder
que este ostente en la nación vecina. El fenómeno tiene mucho qué ver con la
perdida de territorio del siglo XIX y se acrecienta en las décadas de los 30-40
del XX, cuando la metrópoli requirió de las manos mexicanas para mantener su
producción agrícola.
En
la actualidad la economía de los estados de la frontera Sur de Estados Unidos e
incluso territorios tan internos como Chicago o Kansas no se sostiene sin el trabajo
de las manos migrantes. El idioma más hablado en California, Arizona, Nuevo
México, Texas e incluso Luisina y Florida es el español, con una gran
presencia, además, en regiones tan internas como las Virginias y Nueva York.
Y
allá donde les caminantes llegan, llegan también sus músicas, gastronomías y
costumbres. Las manos migrantes sostienen no sólo la economía del gigante del
Norte, enriquecen también su cultura... Y ninguna alharaca de ningún imbécil
naranja cambiara esto.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Académico, La Tira de la Peregrinación, tratado sobre la necedad
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