jueves, septiembre 11, 2025

Sextiembre 2025_01

SMOKING

Baja el cierre lentamente dejando ver su ropa interior de un intenso color rojo y le sonríe al hombre hincado frente a él, vestido con un smoking idéntico al suyo; es casi como el uniforme de trabajo, pero sin el casi.

            Mira a su efímero compañero y, por enésima vez en la noche, se pregunta qué tan secretos son los servicios secretos si todos los agentes secretos se conocen y reconocen entre sí por los códigos secretos que todos conocen y de los que nadie habla, porque son secretos.

            Todo es culpa del cine, piensa.

            Mientras deja salir su erección mira a su compañero y recuerda el inicio de la noche...

            Los bares de todos los hoteles de lujo de todo el mundo son básicamente lo mismo, algunos están al aire libre en medio de la selva tropical, otros están tallados en el interior de un glacial, algunos tiene adornos pseudomísticos en un ambiente a media luz y otros rebosan de luces neon en escenografías retrofuturistas y etcétera. La variedad es enorme, pero todos son básicamente lo mismo; escenarios para una obra mil veces repetida.

            Entró y todos los actores habituales estaban en sus lugares habituales; en aquella mesa, rodeado de las correspondientes mujeres agentes dobles o triples (el servicio secreto femenino es otro mundo con sus propios códigos secretos conocidos por todas las agentes secretas), está el “Boris” de esta noche enfundado en su correspondiente smoking.

            Más allá, en un rincón, los smokings de los “James”, “Pedro”, “Mohamed”, “Abraham” y “Schmit” juegan su póker secreto en el que apuestan secretos de Estado y fichas que valen más que el PIB de varios países... Los saluda con una inclinación de cabeza.

            En la barra, acompañado por la habitual dama en desgracia (el servicio secreto femenino es otro mundo con sus propios códigos secretos conocidos por todas las agentes secretas), ve a su objetivo.

            Era una misión de rutina; obtener una serie de códigos secretos del “Dimitri” en turno... Sólo que no esperaba que fuera ESTE “Dimitri”, el de los labios carnosos.

            Labios que abrazan su pene en aquella bodega de vinos carísimos abajo del bar de lujo de un hotel de lujo.

            Se sentó al lado y pidió un Martini seco, agitado, no revuelto; códigos secretos... Todo es culpa del cine, refunfuñó para sus adentros; ni siquiera le gustan las malditas aceitunas... Pero vaya que le gusta este “Dimitri”.

            Se saludaron con una mirada, terminaron sus tragos (dejó la aceituna), se incorporaron y dirigieron un gesto cómplice al barman detrás de la barra... Bajaron a la bodega.

            El código secreto implicaría un enfrentamiento verbal de frases creativas y sarcásticas, con una pelea física y balacera opcional... Se miraron y, como casi siempre que se ven, decidieron omitir esa parte.

Mario Stalin Rodríguez

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