jueves, agosto 07, 2025

Historias Caminantes 04

 MIGRACIÓN E IMPERIOS

(Sobre la representación de la pintura corporal de las mujeres purépechas en la cerámica de Chupicuaro)

 Los imperios necesitan a les caminantes, no sólo porque la propia naturaleza de los imperios les impulsa a expandirse para apropiarse de recursos, expulsando con ello a las poblaciones de aquellos lugares que depreda, sino porque para sostener su expansión necesitan a las poblaciones expulsadas al reubicarlas, por la fuerza física o presión económica, en los lugares a los que llegan o, incluso, en la propia metrópoli imperial.

            Cerca de 12 millones de personas fueron extraídas de África y esclavizadas en las colonias americanas y metrópolis imperiales de Francia, Inglaterra, España y Portugal, la mayoría llegaron al Caribe, Sudamérica y la Norteamérica inglesa. Poco menos de tres millones acabaron en las colonias españolas de lo que hoy es México y Centroamérica.

            Obviamente las cifras no pueden precisarse. Rápidamente las metrópolis imperiales crearon regulaciones hipócritas que “prohibían” el tráfico de personas esclavizadas y su presencia en las ciudades europeas, pero no así su venta y posesión en las colonias, intensificando su tráfico ilegal y deshumanizando aún más las condiciones en que eran transportadas y vendidas.

            Pero les caminantes llevan consigo no sólo su precariedad y fuerza de trabajo, cargan también con sus historias, magias y culturas. La herencia africana en lo que hoy es México está presente no sólo en el 3 o 5% de nuestra información genética proveniente de personas que llegaron esclavizadas durante la colonia, está también en los colores que vestimos, la comida que comemos, la música que cantamos y muchos otros aspectos de nuestras cotidianidades.

            Somos caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes.

 

Y junto a les conquistadores y sus esclaves, llegaron también sus víctimas de otras tierras.

            Tras la conquista española de Manila y la guerra comercial que, aprovechándose de los conflictos entre las naciones de la región, las potencias europeas llevaron a Asia (que se extendió hasta mucho después del fin de los regímenes coloniales y ya muy entrada la era moderna), se estableció la llamada Ruta de la Seda entre las colonias americanas de España y su enclave asiático.

            Ello movilizó el flujo de mercancías entre ambos continentes y, obviamente, la llegada de caminantes.

            La ciudad de México tiene el registro de la primera comunidad asentada en territorio americano, con el surgimiento del no reconocido “barrio chino” en los alrededores del mercado del Parian, en donde se ofertaban los productos traídos por la Nao de China.

            Obviamente no toda esta comunidad provenía de China, aunque así se registrara en los papeles de la administración colonial. Eran personas provenientes de Manila, Oceanía, indochina, las islas del Pacífico Sur, China, el archipiélago japonés e incluso las regiones más orientales de Rusia.

            Aunque los papeles coloniales sólo registran la entrada de poco más de una decena de miles de migrantes asiátiques legales que entraron a través del puerto de Acapulco, la cifra real es mucho mayor; cientos de veces mayor. El Galeón de Manila descargaba ilegalmente mercancía, migrantes que preferían no pasar por la aduana colonial y personas esclavizadas, muchas de ellas mujeres que terminarían en los burdeles de la ciudad de México y la zona minera del bajío.

            La influencia asiática puede verse incluso en cosas consideradas “netamente mexicanas” como los bordados de los trajes “tradicionales” de varios pueblos indígenas, el papel con el que se decoran las fiestas populares y hasta la forma en que se destila el mezcal.

            Somos caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes.

 

La época colonial de la Nueva España está marcada por les caminantes, no sólo por aquelles que llegaron junto a la potencia colonial, movides por la potencia colonial. La propia dinámica imperialista obligó a muchas comunidades originarias a desplazarse de sus tierras originarias para satisfacer las exigencias del imperio.

            Si bien la hipócrita legislación de Castilla “prohibía” la esclavitud de les naturales de América, el sistema de encomiendas transformaba a los colonizadores (y aquí el masculino se emplea con completa intención) en los dueños de las vidas y destinos de las comunidades indígenas, despojándolas de sus tierras ancestrales y de los recursos de éstas, desplazándoles hacia las minas del bajío, las haciendas azucareras de las costas del golfo, las enequeleras de Yucatán, los plantíos de la costa chica del Pacífico y etcétera.

            Y ahí a donde eran desplazades, llevaban sus culturas, historias y magias, potenciando el intercambio y mestizaje cultural que ya era dinámico en la época prehispánica.

            Somos caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes... Y seguimos siéndolo ya en el México independiente y la época moderna.

 

Mario Stalin Rodríguez

Etiquetas: , ,