Historias Caminantes 04
MIGRACIÓN E IMPERIOS
(Sobre la representación de la pintura corporal de las mujeres purépechas en la cerámica de Chupicuaro)
Cerca
de 12 millones de personas fueron extraídas de África y esclavizadas en las
colonias americanas y metrópolis imperiales de Francia, Inglaterra, España y
Portugal, la mayoría llegaron al Caribe, Sudamérica y la Norteamérica inglesa.
Poco menos de tres millones acabaron en las colonias españolas de lo que hoy es
México y Centroamérica.
Obviamente
las cifras no pueden precisarse. Rápidamente las metrópolis imperiales crearon
regulaciones hipócritas que “prohibían” el tráfico de personas esclavizadas y
su presencia en las ciudades europeas, pero no así su venta y posesión en las
colonias, intensificando su tráfico ilegal y deshumanizando aún más las
condiciones en que eran transportadas y vendidas.
Pero
les caminantes llevan consigo no sólo su precariedad y fuerza de trabajo,
cargan también con sus historias, magias y culturas. La herencia africana en lo
que hoy es México está presente no sólo en el 3 o 5% de nuestra información
genética proveniente de personas que llegaron esclavizadas durante la colonia,
está también en los colores que vestimos, la comida que comemos, la música que
cantamos y muchos otros aspectos de nuestras cotidianidades.
Somos
caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes.
Y junto a les conquistadores y sus esclaves,
llegaron también sus víctimas de otras tierras.
Tras
la conquista española de Manila y la guerra comercial que, aprovechándose de
los conflictos entre las naciones de la región, las potencias europeas llevaron
a Asia (que se extendió hasta mucho después del fin de los regímenes coloniales
y ya muy entrada la era moderna), se estableció la llamada Ruta de la Seda
entre las colonias americanas de España y su enclave asiático.
Ello
movilizó el flujo de mercancías entre ambos continentes y, obviamente, la
llegada de caminantes.
La
ciudad de México tiene el registro de la primera comunidad asentada en
territorio americano, con el surgimiento del no reconocido “barrio chino” en
los alrededores del mercado del Parian, en donde se ofertaban los productos traídos
por la Nao de China.
Obviamente
no toda esta comunidad provenía de China, aunque así se registrara en los
papeles de la administración colonial. Eran personas provenientes de Manila, Oceanía,
indochina, las islas del Pacífico Sur, China, el archipiélago japonés e incluso
las regiones más orientales de Rusia.
Aunque
los papeles coloniales sólo registran la entrada de poco más de una decena de
miles de migrantes asiátiques legales que entraron a través del puerto de
Acapulco, la cifra real es mucho mayor; cientos de veces mayor. El Galeón de
Manila descargaba ilegalmente mercancía, migrantes que preferían no pasar por
la aduana colonial y personas esclavizadas, muchas de ellas mujeres que terminarían
en los burdeles de la ciudad de México y la zona minera del bajío.
La
influencia asiática puede verse incluso en cosas consideradas “netamente
mexicanas” como los bordados de los trajes “tradicionales” de varios pueblos
indígenas, el papel con el que se decoran las fiestas populares y hasta la
forma en que se destila el mezcal.
Somos
caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes.
La época colonial de la Nueva España está
marcada por les caminantes, no sólo por aquelles que llegaron junto a la
potencia colonial, movides por la potencia colonial. La propia dinámica
imperialista obligó a muchas comunidades originarias a desplazarse de sus
tierras originarias para satisfacer las exigencias del imperio.
Si
bien la hipócrita legislación de Castilla “prohibía” la esclavitud de les
naturales de América, el sistema de encomiendas transformaba a los colonizadores
(y aquí el masculino se emplea con completa intención) en los dueños de las
vidas y destinos de las comunidades indígenas, despojándolas de sus tierras
ancestrales y de los recursos de éstas, desplazándoles hacia las minas del
bajío, las haciendas azucareras de las costas del golfo, las enequeleras de
Yucatán, los plantíos de la costa chica del Pacífico y etcétera.
Y
ahí a donde eran desplazades, llevaban sus culturas, historias y magias,
potenciando el intercambio y mestizaje cultural que ya era dinámico en la época
prehispánica.
Somos
caminantes, hijes de caminantes; nietes de caminantes... Y seguimos siéndolo ya
en el México independiente y la época moderna.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Académico, La Tira de la Peregrinación, tratado sobre la necedad
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