GARBANCERA
La cultura es un ente vivo que va cambiando y evolucionando conforme las sociedades en las que se produce y la producen, cambian y evolucionan. Las tradiciones son permeables y, conforme la sociedad que las vive entra en contacto con otras sociedades y culturas, mutan, cambian, se enriquecen y permanecen.
El
Día de Muertos es un excelente ejemplo de esto, no sólo por ser el producto de
un sincretismo entre las diversas cosmovisiones precolombinas y la europea,
sino por la forma en que a la festividad se integran factores de orígenes
asiático, africano y hasta árabe. Y, sobre todo, por el cómo, conforme le
tiempo ha pasado, se han ido integrando a la festividad nuevos elementos.
La
Catrina, figura de una mujer descarnada y ataviada con ropajes elegantes, tiene
su origen hacia finales del siglo XIX (1873), con el grabado “Calavera
Garbancera” de José Guadalupe Posadas, aparecido en “El Hijo del Ahuizote”,
periódico satírico ligado al bando liberal, con el que ilustraba una de sus
“calaveras literarias” (versos que hacían mofa de figuras públicas, políticas y
de la sociedad en general).
El
término “garbancera” hacía referencia las personas que, negando su pertenencia
a las clases populares y sus orígenes mestizos o indígenas, se comportaban como
si pertenecieran a la clase acomodada de origen europeo, despreciando y
discriminando al “populacho” y “la indiada”.
Éstas
eran identificadas con les comerciantes de garbanzo, de ahí el término, que pretendían
un nivel de vida al cual eran ajenes, muchas veces endeudándose más allá de sus
posibilidades para poder asistir a los divertimentos y eventos sociales de la
clase alta (“que al cine van a gozar, vendiendo hasta las cucharas, y se
embadurnan las caras porque pretenden gustar”).
La
identificación de la imagen, originalmente sólo el cráneo y busto descarnados
sin más vestimenta que un sombrero de plumas, como “Catrina” (en alusión a
quienes vestían de manera muy “elegante” y pretensiosa, muchas veces con ropa
de segunda mano o adquirida en los saldos –“Hay unas gatas ingratas, muy llenas
de presunción y maltreras como ratas, que compran joyas baratas en las ventas
de ocasión”-) viene, justamente, de uno de los versos (de autoría anónima, pero
probablemente del mismo Posadas) que acompañaban a la ilustración:
“Las pulidas Carolinas
que se van a platicar
en la tienda y las esquinas,
y se la echan de Catrinas
porque se saben peinar”.
(En terminología moderna, las personas
“garbanceras” o “catrinas” podrían identificarse como “fifís”, “whitexicans” o
“aspiracionistas”, cumpliendo con todas las características propias de la
categoría, salvo que en lugar de comerciar con garbanzos, hacen “emprendimientos”).
Si bien ésta y otras calaveras que Posadas
y varios artistas más hicieron para ilustrar estos versos satíricos en “El Hijo
del Ahuizote” y otros periódicos “de combate” contra los gobiernos
conservadores de Lerdo de Tejada y Porfirio Díaz, se integraron a la
iconografía del Día de Muertos de forma muy temprana, es hasta muy entrado el
siglo XX que el muralista Diego Rivera diera la apariencia definitiva de cuerpo
completo al personaje.
En “Sueño de una tarde de Domingo en la Alameda” (inaugurado en 1947) el artista muestra la figura ricamente ataviada a la usanza europea del siglo XIX y acompañada de una estola de plumas con forma de serpiente, en alusión a Quetzalcoatl. En palabras del propio autor, la idea era retratar en esta figura y les personajes que la acompañan, la constante contradicción y enorme variedad que representaba la “identidad mexicana” con sus múltiples raíces multicontinentales y pluriculturales.
Es
hasta mucho después (y en parte también por declaraciones del propio Rivera
sobre sus “fuentes de inspiración”) que la personaje empieza a ser relacionada los
mismo con deidades y figuras míticas precolombinas, como las cihuateteos
(mujeres guerreras descarnadas)
o Mictecacíhuatl (deidad femenina de la muerte, identificada como la “esposa” o
advocación femenina de Mictlantecútli) que con la personificación antropomorfa
de La Muerte en la visión occidental.
Finalmente, la historia de la Catrina es, también, la historia de la festividad del Día de Muertos; la forma en que la memoria cambia, evoluciona y se enriquece con nuevos elementos, para permanecer.
Mario
Stalin Rodríguez
Asesor Educativo
Museo Nacional de
Antropología
Etiquetas: Académico, Arte, espantos y aparecidos, tratado sobre la necedad, virus informáticos
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