jueves, febrero 28, 2019

APUNTES FELINOS

¿Saben? Los gatos tienen cosas muy raras.
            El otro día llegó mi gato, me miró con esos grandes ojos amarillos... Así, grandes los ojos; sin parpadear... Estuvo así como uno o dos minutos y yo, nerviosa, sólo quería que se quitara de encima del teclado de la computadora.
            Pero él no, nada. Parado ahí mirándome con esos ojotes, sobre el teclado de la computadora... Y yo ahí, nerviosa, sin poder hacer la tarea porque el gato sólo me miraba.
            -Sería bueno que fueras una bruja-, me soltó así; de sopetón.
            ¿Qué? No me miren con esa cara; no estoy loca, sé que los gatos no hablan. Mi gato, al menos, nunca ha dicho una sola palabra... No, ni siquiera “miau”... Vamos, ningún gato ha dicho nunca “miau”, a lo mucho algo que suena como “mewweo” o algo así, pero nunca “miau”.
            Mi gato es un gato normal y hace muchas cosas de gato, como mirarme parado en el teclado de la computadora... Nunca ha dicho “miau” ni ninguna otra palabra.

Pero, ¿por qué les estoy hablando de lo que dice o no dice mi gato?... Claro, ya me acuerdo.
            -Sería bueno que fueras una bruja-, me soltó de sopetón, sin decir ni una palabra, mirándome desde el teclado de la computadora.
            -Pero yo soy una princesa- le dije con palabras, porque yo no sé hablar como lo gatos; -en todos lados me han dicho que tengo que ser un princesa, la televisión dice que las niñas somos princesas... Hasta las muñecas dicen que las niñas son princesas; hay muñecas princesa doctora, princesa patinadora, princesa bailarina e incluso princesa superhéroe, pero todas son princesas.
            Todo esto lo dije sabiendo que tenía la razón porque, bueno, soy una niña y sé lo que es ser una niña... Y todos los programas de televisión y las muñecas dicen que las niñas somos princesas... Y, digo yo, mi gato no va a saber más que la televisión y las muñecas, ¿no?
            -Sería bueno que fueras una bruja-, repitió sin palabras. Me volvió a mirar con sus grandes ojos amarillos, se bajo del teclado de la computadora y se puso a lavarse con la lengua en un rincón del cuarto.

Y yo, yo terminé mi tarea, porque las niñas buenas, brujas o princesas, tienen que terminar su tarea (o al menos eso dice mi mamá)... Y después vi en la tele un programa de princesas, porque la tele sólo sabe pasar programas de niñas que son princesas... Y sí, sé que todas las niñas son princesas, pero, ¿qué puedo decirles? Es un poco aburrido que sólo haya programas de princesas, la verdad.
            Así que me aburrí de la televisión y me puse a jugar un juego de princesas, porque al parecer todos los juegos de niñas son juegos de princesas... Y no sé ustedes, pero yo a veces me canso un poco de jugar sólo al té, los peinados, las uñas o el maquillaje.
            Así que también me aburrí de jugar y, como no tenía nada más que hacer hasta la hora de la cena, me puse a pensar un poco...
            ¿Qué? ¿Otra vez esa mirada? Sí, ya sé, pensar no es algo que hacemos cuando vemos los programas de princesas en la tele. Pero mucha gente se ha hecho famosa sólo por pensar...
            ¿Saben? Hace mucho tiempo una mujer se puso a pensar el porqué las mujeres no podían votar ni decidir sobre el futuro del país donde vivían y decidió hacer algo para cambiarlo... Hace más tiempo otra mujer se puso a pensar el porqué no podía escribir la poesía que quería escribir y decidió hacer algo para cambiar eso... En otro país, una mujer se puso a pensar en porqué el mundo funciona como funciona y decidió hacer algo para cambiarlo...
            Y así… pensar es una cosa que las niñas hacemos muy bien.
            Entonces me puse a pensar en las niñas, las princesas, los programas de princesas y los juegos de princesas...
            -Y si-, me pregunté después de mucho pensar, -¿y si no todas las niñas son princesas?

Entonces busqué a mi gato y lo encontré siendo un gato; tumbado panza arriba, tomando el sol en la azotea.
            -Está bien-, le dije con palabras, porque yo no sé hablar como los gatos; -dime, ¿por qué sería bueno que yo fuera una bruja?
            -Preguntémosle a las princesas y a las brujas-, me dijo mi gato mientras tomaba el sol.

Así que fuimos a buscar una princesa.
            Las princesas son fáciles de encontrar, basta con seguir a los pajaritos de caricatura hasta un castillo rosa y buscar la habitación más rosa y ahí, en medio de tules, holanes y encajes, oliendo a perfumes y talcos, con cara de aburrida, estará una princesa.
            -Ser princesa es difícil-, nos dijo en cuanto nos vio entrar; -tienes que estar todo el día preocupada por cosas importantes como el peinado o el vestido; cuidar tus modales y sonreírle a todo mundo, aunque te caiga mal.
            -Y las ranas-, continuó con una cara de asco, –las ranas son lo peor; tienes que estar besando ranas día sí y día también; sólo porque así es como las princesas encuentran a los príncipes azules.
            -Pero... Pero-, le dije un poco extrañada, -¿para qué quieres un príncipe tan tonto como para dejarse convertir en rana? Por muy azul que sea.
            -A mi que me registren-, respondió resignada, -la televisión, las muñecas y los juegos de princesas dicen que las princesas debemos besar ranas para buscar príncipes azules... Y yo soy una princesa, así que beso ranas.
            -Eso no puede estar bien-, le dije a mi gato y a la princesa; -estoy segura que cualquier doctor te diría que las ranas deben tener muchos microbios en sus bocas... No, besar ranas no es un juego que se deba jugar.
            -No me hables de juegos-, nos dijo la princesa; -ya me gustaría a mí jugar a algo, no sé, como el fútbol, correr en las carreras, treparme en los árboles... O cualquier cosa... Pero no.
            -¿Y por qué no lo haces?- Le pregunté
            -¿Has visto este vestido?- Respondió mostrando su atuendo; -¿Sabes lo que le hacen las piedritas, ramas y caídas a los vestidos de holanes y encaje? No puedo ni siquiera pasear cerca de los arbustos por temor a que se desagarre el vestido... Y correr... Con lo que me gusta a mi correr, pero si corro se me deshace el peinado.
            -Vaya-, dije compadeciéndola; -ser princesa sí que es difícil.

Así que nos fuimos a buscar una bruja.
            Encontrar brujas no es fácil; las benditas no saben estar en un solo lugar. No están en sus cabañas porque han salido a recoger hierbas al bosque, no están en el bosque porque se han metido a buscar hongos en una cueva, no están en la cueva porque se han ido a pescar con el agua hasta las rodillas en el río, no están en el río porque se han ido a curar a un enfermo en el pueblo, no están en el pueblo porque fueron a sacar más libros de la biblioteca, no están en la biblioteca porque se fueron con amigas a jugar fútbol...
            No, encontrar a una bruja no es fácil.
            Al final, el que la encontró fue el gato, porque los gatos saben cómo encontrar brujas; es una cosa de gatos.
            La bruja era joven, a lo mejor con un vestido con holanes y un buen peinado, se parecería a la princesa. Pero no quiero imaginarme cómo habría acabado el vestido después de estar en el bosque, cueva, río, pueblo, biblioteca y jugar fútbol... No, en lugar de un vestido con holanes, la bruja traía unos pantalones negros y su pelo simplemente recogido con una diadema... Y sonreía, sonreía alegremente y se reía a carcajadas de los chistes que le contaban sus amigas.
            Y cada que se reía se agarraba la panza y agitaba la cabeza; ningún peinado de princesa  habría sobrevivido a la carcajada de la bruja.
            -Ser bruja es divertido-, nos dijo cuando se despidió de sus amigas; -puedes andar por el bosque y conocer el nombre de las hierbas y para qué sirven. Puedes treparte a los árboles y ver lagartijas, pájaros y bichos. Puedes entrar a las cuevas a buscar hongos, sumergirte en el río hasta las rodillas y leer... Sobre todo leer mucho, para saber más y ser mejor bruja y divertirte mucho más.
            -Pero... Pero-, dijo alarmada la princesa, -¿y tu ropa? ¿Cómo puedes lucir bonita si andas por bosques, árboles y cuevas?
            La bruja miro a la princesa; la vio cuidarse mucho de no pisar los charcos en el pasto para no manchar sus delicadísimos zapatos.
            -La ropa se ensucia-, respondió con naturalidad, -y cuando se ensucia, se lava. Si se rompe, se cose... Cuando quiero lucir bonita, me pongo un vestido bonito y cuando quiero trepar a los árboles, me pongo un pantalón para trepar a los árboles y también estoy bonita con mi pantalón de trepar a los árboles...
            -Pero-, la interrumpió la princesa, -las princesas no trepan a los árboles; ese no es un juego de princesas.
            -No-, dijo la bruja despreocupada, -pero es un juego muy divertido. Los juegos de princesas están bien cuando quieres jugar a ser princesa, pero hay otros juegos muy divertidos y también puedes jugarlos, aunque no sean juegos de princesas.
            -Pero-, volvió a interrumpirla la princesa, cada vez más desesperada, -las ranas... Las ranas...
            -Las ranas son bonitas-, dijo la bruja sin dejar de sonreír, -son buenas mascotas si las cuidas y las dejas en su pecera. Además son muy útiles; se comen a los mosquitos y moscas.
            -No... No-, continuaba la princesa, -no esas ranas, las otras... Las de los príncipes.
            -Los príncipes están en sus castillos-, afirmó la bruja; - y ahí están bien, ¿quién los necesita? Yo no, sin duda. Yo puedo solita lavar mi ropa y zurcir mis pantalones, puedo buscar mis propias hierbas y hacer todo mi trabajo. Puedo leer mis libros y jugar mis juegos, ¿para qué quiero un príncipe? Prefiero a alguien que me acompañe a hacer todo lo que me gusta hacer y los príncipes no saben nada de eso.
            La princesa se quedo pensando, ya les he dicho que pensar es algo que las niñas sabemos hacer muy bien... Y, de pronto, empezó a reír. Primero fue una risa discreta, una risa de princesa; con los labios cerrados en una ligera sonrisa y los dedos tapando la boca.
            Pero después se hizo más fuerte, hasta que soltó una carcajada. Era una risa alegre; fuerte, de esas que te hace agarrarte la panza y menear la cabeza... Sí, tienen razón; el peinado de la princesa acabó deshecho.
            -¿Sabes?- le dijo a la bruja; -me gustaría mucho si me enseñaras algunos de esos juegos que no son juegos de princesas.
            Y la bruja la abrazó... Y así, abrazadas, se fueron juntas a jugar sus juegos.

Mi gato y yo regresamos a casa justo a tiempo para la cena; esa noche cocinó mi papá; porque en mi casa todos hacemos todo, la casa es de todos y todos la mantenemos limpia, lavamos los trastes, lavamos la ropa, limpiamos la arena del gato y así...
            Mi gato y yo regresamos a casa para la cena.
            -Y bien-, me preguntó sin palabras mi gato antes de sentarme a la mesa; -¿qué piensas de todo esto?
            -Pienso-, le respondí; -que hay niñas que son princesas y eso está bien... Y hay otras niñas que son brujas y eso también es bueno; porque las brujas cambian el mundo.
            -Sí-, concluyó mi gato, -eso está bien.
            Me miro con sus ojos grandes y amarillos y se fue a comer de su plato, en un rincón de la cocina.


Mario Stalin Rodríguez
Hace poco más de dos años escribí este cuento para Sofi, porque la he visto crecer y jugar a ser princesa y jugar a ser bruja... Y la he visto reír a carcajadas, de esas de agarrarse la panza y menear la cabeza hasta despeinarse.

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