ENCUENTROS
confesión y rectificaciones
“Hay muertos que no
hacen ruido, Llorona
y es más grande su
penar”
La Llorona
Canción popular
mexicana
Confieso que, en su momento, fui de
aquellos que despotricaba contra quienes celebraban el Halloween y tomaban las
prácticas relacionadas... En aquel entonces, hace no tanto o quizá sí, esgrimía
argumentos del tipo “colonialismo cultural”, “protección de las tradiciones”, “orgullo
de nuestra cultura” y un largo etcétera de simplismos similares.
No
más...
No, no se me malentienda, sigo creyendo que
la forma actual del Halloween es completamente pueril... Es sólo que, conforme
la edad avanza, encuentro que no debería haber ningún problema en comportarnos,
de vez en vez, completamente infantiles.
No
se trata, tampoco, de racionalizar tramposamente el Halloween a través de un
hilo relacional bastante endeble, según el cual, dado que es una festividad de
origen celta y puesto que los pueblos de la península ibérica tienen fuerte
influencia celta en los tiempos pre-románicos, ésta es, entonces, una
festividad netamente mexicana, por cuestión de mestizaje cultural
hispano-indígena.
Es
éste un razonamiento bastante incompleto y el hilamiento histórico, sobra
decirlo, adolece de lagunas de proporciones oceánicas... Pero, incluso obviando
estos asegunes, el punto de este argumento es que no es necesario; aún si fuera
cierto y sin el problema de la artificial linealidad histórica.
En
el fondo de éste, subyace una vergozante autojustificación proveniente de la
enraizada creencia de que las tradiciones deben permanecer puras e inmaculadas...
Lo cual, sobra decirlo, es básicamente falso.
Y será que éste es el meollo de todo el
asunto; el puritarismo cultural.
Al
final, es un problema del enfrentamiento entre dos visiones mutuamente
excluyentes: quienes ven las tradiciones como mariposas en exhibición, eternamente
fijadas en la vitrina con un alfiler que las atraviesa... permanentemente
bellas y muertas.
O,
en contra sentido, quienes ven las tradiciones como un algo vivo y, por ende,
mutable... Llevando la entomóloga metáfora hasta su límite; mariposas vivas y
libres que, cuando aletean, provocan tormentas.
En
sentido estricto, las culturas no son estáticas, sino dinámicas. Las culturas,
para permanecer, requieren cambiar; nutrirse.
Conforme
conocemos otras culturas, otras costumbres, otras tradiciones; apropiamos sus
prácticas, las adaptamos a las nuestras y nutrimos nuestra visión del mundo...
Una cultura crece conforme se nutre de otras culturas.
El propio Día de Muertos, que en la
reduccionista visión de los puritanos culturales se presenta como opuesto al Halloween, es el mejor
ejemplo posible de cómo una tradición muta y se enriquece conforme diversas
culturas se apropian de ella.
Fuera
del simplismo de considerar ésta una tradición única que toma una única forma a
lo largo de todo el territorio de México, lo cierto es cada pueblo celebra
estas fechas de manera distinta y en ello radica, justamente, la belleza y riqueza
de la festividad; en su multiplicidad de formas y en la enorme variedad de sus
orígenes.
Finalmente,
en la celebración del Día de Muertos, en su forma actual, hay elementos no sólo
indígenas, también españoles, árabes y hasta orientales... Todo ello conjugado
en una celebración de la vida y de su variedad.
Porque,
que nadie se engañe, el Día de Muertos no celebra la muerte ni a los muertos;
celebra la memoria, la vida y el placer de haberla compartido con quienes ya no
están.
Y
Halloween, incluso en su forma más pueril y simplista, es también una
celebración de estar vivos y poder compartir los dulces y la alegría incluso
con perfectos desconocidos...
Te puede o no gustar el Halloween.
Puedes
o no celebrarlo... Y, si lo celebras, está bien, porque siempre es bueno
celebrar el estar vivos.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Académico, Arte, espantos y aparecidos, Opinión, tratado sobre la necedad
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