jueves, octubre 26, 2017

ENCUENTROS

confesión y rectificaciones

Hay muertos que no hacen ruido, Llorona
y es más grande su penar
La Llorona
Canción popular mexicana

Confieso que, en su momento, fui de aquellos que despotricaba contra quienes celebraban el Halloween y tomaban las prácticas relacionadas... En aquel entonces, hace no tanto o quizá sí, esgrimía argumentos del tipo “colonialismo cultural”, “protección de las tradiciones”, “orgullo de nuestra cultura” y un largo etcétera de simplismos similares.
            No más...

No, no se me malentienda, sigo creyendo que la forma actual del Halloween es completamente pueril... Es sólo que, conforme la edad avanza, encuentro que no debería haber ningún problema en comportarnos, de vez en vez, completamente infantiles.
            No se trata, tampoco, de racionalizar tramposamente el Halloween a través de un hilo relacional bastante endeble, según el cual, dado que es una festividad de origen celta y puesto que los pueblos de la península ibérica tienen fuerte influencia celta en los tiempos pre-románicos, ésta es, entonces, una festividad netamente mexicana, por cuestión de mestizaje cultural hispano-indígena.
            Es éste un razonamiento bastante incompleto y el hilamiento histórico, sobra decirlo, adolece de lagunas de proporciones oceánicas... Pero, incluso obviando estos asegunes, el punto de este argumento es que no es necesario; aún si fuera cierto y sin el problema de la artificial linealidad histórica.
            En el fondo de éste, subyace una vergozante autojustificación proveniente de la enraizada creencia de que las tradiciones deben permanecer puras e inmaculadas... Lo cual, sobra decirlo, es básicamente falso.

Y será que éste es el meollo de todo el asunto; el puritarismo cultural.
            Al final, es un problema del enfrentamiento entre dos visiones mutuamente excluyentes: quienes ven las tradiciones como mariposas en exhibición, eternamente fijadas en la vitrina con un alfiler que las atraviesa... permanentemente bellas y muertas.
            O, en contra sentido, quienes ven las tradiciones como un algo vivo y, por ende, mutable... Llevando la entomóloga metáfora hasta su límite; mariposas vivas y libres que, cuando aletean, provocan tormentas.
            En sentido estricto, las culturas no son estáticas, sino dinámicas. Las culturas, para permanecer, requieren cambiar; nutrirse.
            Conforme conocemos otras culturas, otras costumbres, otras tradiciones; apropiamos sus prácticas, las adaptamos a las nuestras y nutrimos nuestra visión del mundo... Una cultura crece conforme se nutre de otras culturas.

El propio Día de Muertos, que en la reduccionista visión de los puritanos culturales se presenta como opuesto al Halloween, es el mejor ejemplo posible de cómo una tradición muta y se enriquece conforme diversas culturas se apropian de ella.
            Fuera del simplismo de considerar ésta una tradición única que toma una única forma a lo largo de todo el territorio de México, lo cierto es cada pueblo celebra estas fechas de manera distinta y en ello radica, justamente, la belleza y riqueza de la festividad; en su multiplicidad de formas y en la enorme variedad de sus orígenes.
            Finalmente, en la celebración del Día de Muertos, en su forma actual, hay elementos no sólo indígenas, también españoles, árabes y hasta orientales... Todo ello conjugado en una celebración de la vida y de su variedad.
            Porque, que nadie se engañe, el Día de Muertos no celebra la muerte ni a los muertos; celebra la memoria, la vida y el placer de haberla compartido con quienes ya no están.
            Y Halloween, incluso en su forma más pueril y simplista, es también una celebración de estar vivos y poder compartir los dulces y la alegría incluso con perfectos desconocidos...

Te puede o no gustar el Halloween.
            Puedes o no celebrarlo... Y, si lo celebras, está bien, porque siempre es bueno celebrar el estar vivos.

Mario Stalin Rodríguez

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