SOLEDAD
Se toca.
En
la intimidad de su cuarto, con la luz apagada, imagina una compañía cualquiera.
Hace tiempo que no necesita darle rostro a su onírico acompañante, a veces ni
siquiera necesita asignarle un género preciso, es más; en la mayor parte de las
oportunidades ni siquiera se imagina un acompañante.
Antes
no era así, por supuesto que no.
Siempre
le dijeron que debía comportarse como una dama y, obviamente, una dama no se
toca en la intimidad de su cuarto; una dama no busca el placer. Una dama, le
dijeron siempre, sólo tiene cuerpo en función de las necesidades de su marido.
Todos
lo decían, en su casa, entre sus amistades, en la escuela... Tanto que ella
llegó a decirlo y a estar convencida de todo ello.
A
veces recuerda llamarle “puta”, “perra”, “guarra” y tantos otros adjetivos a
quienes, obviamente, no eran damas... No sólo las mujeres que por cualquier
razón o hasta elección comerciaban con su sexo, sino a todas aquellas que
mostraban menos recato que el suyo.
Pero
es un recuerdo distante, ajeno; como si le hubiera ocurrido a otra persona.
Hoy,
en la intimidad de su cuarto, se toca.
Disfruta
del propio tacto, de las autocaricias. Enciende la luz y disfruta de la visión
de sus senos pálidos, de su piel no tan firme, de su abdomen un tanto flácido
y, por supuesto, del vello que crece abundante entre sus piernas.
Claro
que hubo hombres, sí; algunos... Al primero lo recuerda sin demasiada
precisión; seguramente creyó que pasaría con él el resto de sus días y se
entregó en un encuentro apresurado y sin placer... A veces, muy de vez en
cuando y cada vez menos, se pregunta qué habrá sido de él.
Y
el tiempo fue pasando y ella creciendo.
No,
no hubo, como podría esperarse, como ella sabe que ha pasado tantas veces,
historias de tragedia y lágrimas; sólo el tiempo que pasó y que ella fue
creciendo.
Y
hoy también, a veces, hay parejas reales; hombres y mujeres, incluso los dos al
mismo tiempo... No, no se trata de ninguna historia de caída... Ellas es feliz
con su vida y, a veces, encuentra quien quiere compartir un poco de ella.
Sí,
a veces hay parejas... Y otras, simplemente quiere disfrutar de la intimidad de
su cuarto, de la visión del vello que crece abundante entre sus piernas y de su
propio tacto.
Por
eso, en la intimidad de su cuarto, enciende la luz y se toca.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, tratado sobre la necedad
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