miércoles, enero 11, 2017

SOLEDAD

Se toca.
            En la intimidad de su cuarto, con la luz apagada, imagina una compañía cualquiera. Hace tiempo que no necesita darle rostro a su onírico acompañante, a veces ni siquiera necesita asignarle un género preciso, es más; en la mayor parte de las oportunidades ni siquiera se imagina un acompañante.
            Antes no era así, por supuesto que no.
            Siempre le dijeron que debía comportarse como una dama y, obviamente, una dama no se toca en la intimidad de su cuarto; una dama no busca el placer. Una dama, le dijeron siempre, sólo tiene cuerpo en función de las necesidades de su marido.
            Todos lo decían, en su casa, entre sus amistades, en la escuela... Tanto que ella llegó a decirlo y a estar convencida de todo ello.
            A veces recuerda llamarle “puta”, “perra”, “guarra” y tantos otros adjetivos a quienes, obviamente, no eran damas... No sólo las mujeres que por cualquier razón o hasta elección comerciaban con su sexo, sino a todas aquellas que mostraban menos recato que el suyo.
            Pero es un recuerdo distante, ajeno; como si le hubiera ocurrido a otra persona.
            Hoy, en la intimidad de su cuarto, se toca.
            Disfruta del propio tacto, de las autocaricias. Enciende la luz y disfruta de la visión de sus senos pálidos, de su piel no tan firme, de su abdomen un tanto flácido y, por supuesto, del vello que crece abundante entre sus piernas.
            Claro que hubo hombres, sí; algunos... Al primero lo recuerda sin demasiada precisión; seguramente creyó que pasaría con él el resto de sus días y se entregó en un encuentro apresurado y sin placer... A veces, muy de vez en cuando y cada vez menos, se pregunta qué habrá sido de él.
            Y el tiempo fue pasando y ella creciendo.
            No, no hubo, como podría esperarse, como ella sabe que ha pasado tantas veces, historias de tragedia y lágrimas; sólo el tiempo que pasó y que ella fue creciendo.
            Y hoy también, a veces, hay parejas reales; hombres y mujeres, incluso los dos al mismo tiempo... No, no se trata de ninguna historia de caída... Ellas es feliz con su vida y, a veces, encuentra quien quiere compartir un poco de ella.
            Sí, a veces hay parejas... Y otras, simplemente quiere disfrutar de la intimidad de su cuarto, de la visión del vello que crece abundante entre sus piernas y de su propio tacto.
            Por eso, en la intimidad de su cuarto, enciende la luz y se toca.


Mario Stalin Rodríguez

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