PRINCIPIO DE CERCANÍA
Dicen que todos estamos unidos a alguien
más, sin importar la distancia o el tiempo, por un hilo rojo. Que esta persona
es nuestra alma gemela y, salvo una cruel jugada del destino, las personas
están destinadas a encontrarse y estar juntas por medio de este hilo.
A
ella, por supuesto, esta historia le parece una idiotez.
Claro que en su momento la creyó.
Era
joven y estúpida, como jóvenes y/o estúpidos son todos los que creen en
predestinaciones y naranjas incompletas que encuentran sus mitades faltantes.
Supo, en su momento, que había encontrado el otro extremo del hilo que, creía,
surgía de su meñique... Pero aquello, como ocurre con todo en esta vida, acabó.
Pudo
acabar de muchas maneras distintas; un desencuentro, una traición, la muerte o,
simplemente, el tiempo que pasa y va cambiando a las personas. Será que él se
fue al único sitio al que ella no podía seguirlo o será que sus caminos tomaron
rumbos distintos.
Al
final lo que importa es que aquello, como ocurre con todo en esta vida, acabó.
Y ella siguió caminando.
Encontró
nuevas compañías y éstas, como ocurre con todo en esta vida, acabaron,
cambiaron o continuaron. A veces creyó encontrar de nuevo el extremo de su hilo
rojo y, como ocurre con todo en esta vida, éstas también acabaron, cambiaron o
continuaron.
Hasta
que dejo de buscar el extremo de un hilo que, aprendió, no existía.
Ahora ella ya no busca un hilo, sino que va
tejiendo su propia red.
Una
red compleja de encuentros y desencuentros, de parejas y compañías.
No
se trata, por supuesto, de cinismo alguno; cada compañía fue importante y la única
en su momento. Es sólo que ella sabe que, si acaban, puede seguir caminando y
encontrar o construir nuevas.
Es
sólo que dejo de buscar una mitad que la complemente, porque se sabe completa.
Por ejemplo ahora, a veces, por la tarde,
llega a su casa y enciende el portátil.
Se
tiende sobre la cama y espera a que él se conecte. Es curiosos, piensa, cuando él
estaba por acá nunca fueron grandes amigos, a lo mucho conocidos; fue hasta que
él estuvo en otro continente y hemisferio que empezaron a conversar como
cercanos.
A
veces hablan de sus días, de cómo van las cosas, de personas que el otro no
conoce... Otras veces, como hoy, ella va despojándose, juguetonamente, de sus
ropas.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, tratado sobre la necedad
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home