miércoles, enero 25, 2017

PRINCIPIO DE CERCANÍA

Dicen que todos estamos unidos a alguien más, sin importar la distancia o el tiempo, por un hilo rojo. Que esta persona es nuestra alma gemela y, salvo una cruel jugada del destino, las personas están destinadas a encontrarse y estar juntas por medio de este hilo.
            A ella, por supuesto, esta historia le parece una idiotez.

Claro que en su momento la creyó.
            Era joven y estúpida, como jóvenes y/o estúpidos son todos los que creen en predestinaciones y naranjas incompletas que encuentran sus mitades faltantes. Supo, en su momento, que había encontrado el otro extremo del hilo que, creía, surgía de su meñique... Pero aquello, como ocurre con todo en esta vida, acabó.
            Pudo acabar de muchas maneras distintas; un desencuentro, una traición, la muerte o, simplemente, el tiempo que pasa y va cambiando a las personas. Será que él se fue al único sitio al que ella no podía seguirlo o será que sus caminos tomaron rumbos distintos.
            Al final lo que importa es que aquello, como ocurre con todo en esta vida, acabó.

Y ella siguió caminando.
            Encontró nuevas compañías y éstas, como ocurre con todo en esta vida, acabaron, cambiaron o continuaron. A veces creyó encontrar de nuevo el extremo de su hilo rojo y, como ocurre con todo en esta vida, éstas también acabaron, cambiaron o continuaron.
            Hasta que dejo de buscar el extremo de un hilo que, aprendió, no existía.

Ahora ella ya no busca un hilo, sino que va tejiendo su propia red.
            Una red compleja de encuentros y desencuentros, de parejas y compañías.
            No se trata, por supuesto, de cinismo alguno; cada compañía fue importante y la única en su momento. Es sólo que ella sabe que, si acaban, puede seguir caminando y encontrar o construir nuevas.
            Es sólo que dejo de buscar una mitad que la complemente, porque se sabe completa.

Por ejemplo ahora, a veces, por la tarde, llega a su casa y enciende el portátil.
            Se tiende sobre la cama y espera a que él se conecte. Es curiosos, piensa, cuando él estaba por acá nunca fueron grandes amigos, a lo mucho conocidos; fue hasta que él estuvo en otro continente y hemisferio que empezaron a conversar como cercanos.
            A veces hablan de sus días, de cómo van las cosas, de personas que el otro no conoce... Otras veces, como hoy, ella va despojándose, juguetonamente, de sus ropas.


Mario Stalin Rodríguez

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