MARCHA DE CONQUISTA
Sucedió, como suceden muchas cosas
importantes, un día en la ducha.
Su
edad no importa, era joven; tan joven como suelen ser quienes descubren lo
mismo que ella ese día en la ducha.
Mientras
pasaba la esponja jabonosa sobre su piel y el vello que recién empezaba a
surgir, fue sintiendo algo que antes no había experimentado. No necesariamente
nuevo, se sentía parecido a otras cosas; el abrazo de su madre, el tomar a su
mejor amiga de la mano mientras jugaban los juegos de las niñas, las cosquillas
que su tía la más joven le hacía... Se sentía parecido, sólo que distinto; muy
distinto y mucho más intenso.
Sí,
sucedió, como suceden muchas cosas importantes, un día en la ducha.
Y continuó, tal vez, en los días de lluvia.
Siempre
le gustaron los días de lluvia, el aroma de las calles húmedas, las aceras casi
desiertas, el reflejo de las luces en los charcos, deformadas por las gotas que
caían... Ahora, además, le recordaban la ducha y las nuevas sensaciones que su
piel ahí descubría.
Por
supuesto, la ducha y los días de lluvia sólo fueron los primeros pasos en su
larga marcha de conquista.
Y siguió dando pasos.
Una
tarde de lluvia, semioculta por los portales que rodeaban la plaza cercana al
colegio, en los labios de su mejor amiga... Poco después, cuando se quedó a
dormir en la casa de ella, en una ducha ajena, también en la piel de su mejor
amiga.
Y
hubo desencuentros, claro que hubo desencuentros... “Era una fase”, le dijo una
mañana calurosa quien fuera su mejor amiga, “y las fases se superan y sigues
caminando”.
Ella,
por su parte, superó aquel desencuentro y otros que sucedieron... Y sí, siguió
caminando en su larga marcha de conquista.
Y un día, tal vez, encontrará o encontró a
quien compartiría o compartirá sus días, sus noches, sus tardes de lluvia y sus
duchas... O tal vez no. Hoy, mucho tiempo después de haber iniciado su larga marcha
de conquista, sabe que la compañía es o será agradable, pero no lo más
importante.
Lo
importante es acompañarse a sí misma... Haber conquistado su propia piel, sus
propios deseos, su propio placer. Sobreponerse a los miedos, a los otros, a la
intolerancia de los otros; conquistándose a sí misma.
Hoy
sonríe porque se sabe victoriosa en la más importante conquista.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, tratado sobre la necedad
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