TUMBA A RAS DE AIRE
Mario Stalin Rodríguez
Deambula por los espacios libres, cazando, buscando agua cada vez más escasa. El aire también empobrece con el tiempo; el ambiente huele a muerte.
Los otros, los que no logran moverse por sí mismos, dejaron de llorar, respiran cada vez con más dificultad... Ha intentado alimentarlos, sin garras no pueden cazar, piensa. Les lleva el producto de sus exploraciones, se los coloca sobre el pecho, lo acerca a sus bocas; nada... Sin dientes no pueden comer, lo sabe.
A veces escucha ruidos, piedras que se arrastran y voces; muchas voces.
Nunca ha entendido las voces de los grandes, pero sabe que pueden ayudar, no tanto a ella; ella sabe deambular por los espacios libres, ella aún puede cazar y buscar agua. Su preocupación son los otros, los indefensos envueltos en telas polvorientas, los de los miembros torpes, los que dejaron de llorar y respiran con dificultad; ellos no pueden cazar, no tienen garras, no tienen colmillos, no saben moverse por sí mismos.
Por eso se dirige hacia las voces y les grita pidiendo ayuda, rasca a través del concreto... Llama a los grandes con palabras que no entienden.
De pronto una luz... El aire que entra y se renueva como promesa.
Una mano la alza en el aire, la acurruca contra el pecho pequeño, casi infantil; susurra palabras incomprensibles de alivio, tratando de tranquilizarla.
Ella escapa, huye hacia donde se encuentran los otros; sabe que no habrá una mejor oportunidad... Llama a los grandes, pero no acuden, se quedan lejos; mirándola. Desesperada araña suavemente un brazo, los pulmones cansados se llenan de un aire renovado y lloran con más miedo que dolor.
De pronto más manos, más voces... Herramientas que destrozan el concreto y se llevan lejos los escombros; los grandes llegan hasta los indefensos... Ella observa y se acerca a los brazos que la rescataran, maullando al sol y al aire que no huele a muerte.
El 19 de Septiembre de 1985 un temblor de 6.5 grados en la escala de Ritchter azotó la Ciudad de México. Entre cinco y 10,000 personas fallecieron en la tragedia, millones se quedaron sin casa y sin patrimonio.
Después de cuatro días (cerca de 100 horas después del temblor), 16 recién nacidos y un gato fueron rescatados con vida de las ruinas de lo que fuera el Hospital General del Seguro Social. Sus salvadores fueron voluntarios, cuadrillas de rescate improvisadas por voluntarios, sin más herramientas que las que trajeron consigo, sin mayor recompensa que el deseo de ayudar... Una sociedad civil que ate la tragedia se descubre y organiza.
A 25 años, nuevas tragedias exigen nuevos despertares.
Etiquetas: Memoría / olvido, tratado sobre la necedad
6 Comments:
Pues este relato parecía que afixiaba... muy bien contado...
Abrazos...
Y aquí, ya, me quedé sin palabras. Curiosamente, a pesar del final feliz, le queda a una un regustillo de tristeza...
Besos
Huum la verdad es que pocos despertares para tragedias como esa, que maravilloso relato mi Mario comprime el pecho y deja sin aliento..
Un beso.
Ay Mario, estremece y mucho más lo que cuentas en letra roja. No hay nada como tener ganas de ayudar, ese deseo hace milagros.
Besicos y espero que se pasen los horrores pronto.
Wow, increible. Seguro que esos 16 bebés, adultos a día de hoy, nunca olvidarán. Muchas muertes (aunque entre 5000 y 10000, podías haber estrechado las posibilidades un poco más!)
Sobrecogedor relato que entristece y enternece el corazón mas duro.
Una gran entrada perfectamente redactada y llena de sentimiento.
Saludos.
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