DEL AMOR Y EL DESEO

Mario Stalin Rodríguez

Él la amaba y para demostrarlo la lucía como se lucen las posesiones más queridas, la vestía con los mejores vestidos y la llevaba a los mejores lugares. Él la amaba y para demostrarlo se cuidaba de usar sólo las mejores marcas, de conducir el mejor automóvil y de consumir sólo en los mejores lugares.
Él la amaba y platicaba con ella de sus días, de sus superiores y de sus planes, de todo lo que la amaba y cómo, de sus esfuerzos por tenerla feliz.
Él la amaba y cuando ella quería platica de sus días, de sus planes y sueños; él la callaba con un beso, le decía que no había de qué preocuparse y hacían el amor.

Ella lo amaba, porque así fue como le dijeron que era el amor.

El extraño, por el contrario, la deseaba. Cuando la miraba soñaba con noches a su lado y con probar su aliento en la mañana. La miraba y observaba sus senos, sus glúteos, sus labios, sus ojos y el reflejo del sol en su cabello.
El extraño la deseaba y cuando platicaba con ella callaba, la escuchaba hablar de sus sueños y sus planes, de sus días complicados y del trabajo que la satisfacía, de la cama fría, de las sábanas solitarias, de dormir acompañada y abandonada al mismo tempo.
El extraño la deseaba y cuando platicaba con ella, a veces, ensayaba bromas tontas, juegos de palabras torpes y gestos, sólo para provocar su risa. Porque el extraño la deseaba y deseaba escuchar su risa.
El extraño la deseaba y una noche, en medio de una plática, ella detuvo su risa, lo miró con ojos añorantes y un poco asustados, lo besó insegura. Un Lunes al medio día, cedieron al deseo ocultos en el baño de un restaurante.

Ella no lo amaba, porque le dijeron que así no era el amor.

Él la amaba y un día llegó a casa para no encontrarla. Había tomado sólo lo indispensable, lo que cabía en una pequeña, diminuta, maleta y se marchó con un extraño.

P.D.
Texto e imagen originalmente dedicadas a Zafferano, con la esperanza de que todo esté bien...