LOLITA
Esta ficción, mero ejercicio estético, es homenaje a los escritores que en ella se menciona... Homenaje, queda escrito, que toma la forma de aquello que les era común... Es decir, además de las letras.
Evidentemente Lolita no se llamaba Lolita, pero el nombre que Navokov dio a su obra era el que mejor la describía, bueno, tal vez, también pudiéramos llamarla Alicia (a través del espejo, o en el país de las maravillas de Lewis Carrol).
La conocí cuando no debí conocerla, estando entretenido en la contemplación del algún parque de alguna ciudad. Trataba de plasmar los árboles y pasto en la hoja blanca del block de dibujo. En mis trazos empezó a delinearse una niña con uniforme de secundaria que leía un libro recargada en el tronco de un árbol.
Cuando alce la vista de la hoja del block para comprobar si efectivamente la niña estaba donde la dibujaba, me encontré con dos ojos negros que me miraban con curiosidad y un poco de travesura...
Accedí a su petición. Se recargo en el árbol más cercano y me dirigió una sonrisa. Empezó a sentarse lentamente, dejándose resbalar sobre el pasto con los pies y sobre el tronco con la cadera. En algún momento el rocé del árbol le alzó la falda y alcancé a ver furtivamente, antes de que sus manos corrigieran el error, el nacimiento de sus muslos.Sentada ya, con las piernas cruzadas y la falda sobre ellas, me miró por un segundo y se puso a leer otra vez su Alicia. Me enfrasqué en la tarea aún con la imagen de ella resbalando por el tronco, y dibujé su cara con toda la precisión que mis habilidades me permitían, pero ningún trazo me parecía suficiente. Intentaba por novena vez cuando volvió a acercarse a mi, vio el boceto y clavó sus infinitos ojos negros en los míos...
-Bueno -dije tratando de inventar algo para detenerla-; entonces tendré que tirar este dibujo y la reina de corazones se quedara con una niña de nombre incierto y de tamaño reducido.
Durante la noche traté de dar con el color que de ella recordaba, resbalando hacia el piso por el tronco de un árbol, pero los lápices apenas plasmaban una triste caricatura de mi deseo. Cuando al fin estuve completamente insatisfecho y con demasiado sueño, pinté mi intento más parecido; dejé mi frustrante obra sobre el escritorio y me retiré a dormir.
El sueño estuvo plagado de imágenes tan confusas que no vale la pena tratar de describir aquí, pese a que las recuerdos todas con una precisión inusitada.
Durante los días siguientes me sentaba en las puertas de las secundarias cercanas al parque donde la conocí, a razón de una escuela por día, esperando encontrarla a la salida del colegio. Cuando estaba diciéndome que me había mentido, o que ella estudiaba en alguna escuela que ya había inspeccionado en un día en que no asistió, mi Lolita apareció.
Recargada en una barda frente a la escuela, platicaba con una amiga, con su mochila al hombro y el suéter anudado en la cintura, pues el calor era fuerte aún con el viento tenue que soplaba; sus manos trataban inútilmente de alisar la falda arrugada tras tantas horas sentada. Cuando me vio una sonrisa surgió de sus labios y gritando llego hasta donde me encontraba.Pero el destino es a veces cruel. Diversas ocupaciones me mantuvieron alejado de la secundaria y el parque por semanas enteras. Durante ese tiempo mis noches repetían con cansada insistencia las imágenes confusas del primer sueño después de conocer a mi Lolita.
Casi desesperado llegue un Sábado al parque y me senté en el lugar en el que había estado aquella tarde en que la conocí. Mire al cielo y me perdí en mis ensoñaciones y deseos, en esas estaba cuando una voz infantil que no era de ella me sorprendió...
Liebre de Marzo:
"Si estas metido en esto,
Libre te han de sacar,
Pues no hay nada funesto
En tener que declarar."
Inspeccioné el papel por algunos minutos esperando encontrar otra inscripción que aclarara el sentido de tan curioso recado. Como no encontré nada más devolví la carta a su dueña...
Al día siguiente esperé a Alicia en su escuela, y a llevé a una cafetería cercana.
Me levanté de la mesa y de reojo la vi, desde mi perspectiva observaba su cabeza inclinada sobre el vaso, sorbiendo a través del popote el refresco, el mechón aún caía sobre su cara, su suéter descansaba en el respaldo de la silla y su camisa, desabotonada arriba por el calor, descubría el nacimiento de sus pechos.Nos fuimos y traté de retenerla a mi lado lo más posible, pero era demasiado tarde; la llevé hasta la esquina de su casa. Ahí le entregue su dibujo y me despedí, triste de haber entregado mi último pretexto para ver a mi Lolita.
Los sueños de Lolita se repetían con cansada insistencia, cada noche su imagen iluminaba las horas anteriores al amanecer, para perderse en los primeros rayos del sol.
En las noches en que el recuerdo era tan fuerte que dormir resultaba poco más que imposible mi restirador me ofrecía poco consuelo, intentando evocar las imágenes que de ella guardaba cual tesoro invaluable: Lolita mirándome con sus ojos negros, suplicándome un dibujo para espantar a la reina de corazones; Alicia resbalando por el tronco del árbol; Platicando con la liebre de marzo, jugueteando con el mechón de pelo que, insistente, caía sobre su rostro; Tomando un refresco tratando de seguir el juego que le imponía.
Tanta imágenes, tan difíciles de plasmar, mis trazos apenas eran tristes copias de aquellos momentos en los que mi cabeza redundaba. Solo una cura conocía para mi mal tan particular; Lolita.
A veces la suerte favorece al desesperado. Ese día Mi Alicia decidió, junto con otros compañeros, dar rienda suelta a su juventud e irse de la escuela sin avisar, y que los maestros se las arreglarán como pudieran sin ellos.
Yo caminaba tratando de olvidar mis recuerdos por Chapultepec, me detenía de vez en cuando a retratar furtivamente las imágenes que a diario se ven ahí: Dibujos rápidos de los novios que con desesperación se abrazan y besan en las bancas; un pregonero que intenta vender un jabón para atraer al ser amado; los jóvenes de varias escuelas que, de pinta, se divertían mientras sus madres los creían en la escuela; pero todo ello era Lolita.
A veces el rostro de Lolita aparecía en las líneas de mi lápiz, entonces tiraba la hoja, estaba ahí para olvidarla, para dejar que los olores, colores y sabores del bosque me llenaran la cabeza, apartando de mi a Mi Alicia; pero incluso el bosque era Lolita.
Observaba sin emoción a una joven que sin destreza ejecutaba algo que pretendía ser una danza que, mediante el arrojar platos de pretendida porcelana fina, haría reflexionar al escaso público que se detenía a verle sobre la situación nacional, un compañero suyo repartía un volante donde se explicaba el motivo del acto y la historia de la organización a la que pertenecían. Había leído el documento tres veces y ahora, en el reverso, intentaba plasmar la escena.
Una hoja de mi cuaderno de dibujo algo húmeda donde se veía el rostro de mis desvelos apareció ante mis ojos, y una voz que recordaba demasiado bien, con el disgusto fingido que tanto añoraba, sonó a mis espaldas.
Me volví porque no tenia otro remedio, debía verla, debía no encontrarla a mis espaldas. Me volví y encaré los ojos negros que me miraban alegres, el mechón que aún caía sobre el rostro de labios sonrientes; su camisa blanca de secundaria estaba atada en su cintura y se veía mojada, su pelo lucia húmedo, la falda aún goteaba pegada con persistencia a sus piernas y caderas, el suéter verde era lo único que se conservaba seco y cubría su torso, a través de una apertura podía ver el corpiño empapado pegarse a su pecho.Lolita se despidió del resto del grupo. Una vez que estuvimos lo suficientemente lejos Alicia le suplico a
Mirándola sobre el pasto apenas podía creer el tenerla ahí, sólo para mi, recostada recibiendo al sol en un intento de secarse, sonriendo y callada. No podía resistir el impulso; saqué mi cuaderno de dibujo y empecé a plasmar sus gestos en las hojas.De pronto el cuaderno salió de mis manos y vi la cara aún húmeda de mi Alicia.
Durante un tiempo fingió observarme con detenimiento, su mano me tomó de la barbilla y con más sugerencia que fuerza me obligó a mover la cabeza a distintas posiciones. De pronto se detuvo poniéndonos de nuevo frente a frente; me miró con sus grandes ojos negros, un mechón de cabellos ya secos caía sobre su cara, sonrío como una niña a quien se le acaba de ocurrir una nueva travesura, cerró los ojos y me dio un beso furtivo en los labios.
Nos abrazamos. Pronto sus manos empezaron a jugar con mi cabello y sus labios se deslizaron hasta mi oído. Besé su cuello.
Mientras una mano acariciaba mi espalda, mis dedos encontraron la piel bajo su suéter. Con sus brazos en torno a mi cuello, se separó un poco de mi, me miró con una sonrisa. Mi mano subió un poco, hasta tocar su pecho cubierto por el corpiño. Se mordió el labio inferior en una sonrisa, cerró los ojos y volvió a besarme.
Abrazados, nos recostamos sobre él. Sus manos jalaron mi camisa hasta sacarla por encima de mi cabeza, mis manos hurgaban bajo su corpiño. Pronto éste siguió el camino de mi camisa y reposó junto a su mochila, a unos pasos de nosotros.
Nuestros pechos desnudos se tocaron.
Mis labios bajaron para besar los lunares de su pecho, sus pezones erguidos. Seguí bajando por su abdomen, hasta su ombligo. Se rió y con sus manos, con más sugerencia que fuerza, me llevó de nuevo hasta su cara.
Besándola, desabroché la falda y la deslicé por sus muslos. Volví a abrazarla, besé su boca y cuello, probé de nuevo sus pechos. Mis manos empezaron a bajar su ropa íntima.
Se alejó de mi un instante. Me miró tímida y contempló su desnudez. Insegura, sonrojada, continuó bajando su ropa íntima poco a poco. Me abrazó asustada, ocultando su cara en mi pecho. Avergonzado, bajé la mirada.
En el transporte colectivo que nos dejaría por su casa, mi Lolita dormía agotada sobre mi hombro, yo me contentaba con acariciar su cabello e intentaba retener la imagen de mi Alicia y yo en aquel prado oculto del bosque.
Extraje mi libreta de dibujo y mi lápiz de mi mochila, intenté plasmar la escena que regresaba constantemente a mi cabeza, pero sólo lograba dibujar barajas en las manos de Lolita.
Cansado de mis fracasos inicié una carta, mi Lolita aún dormía y el camino se tornaba eterno, empezaba a anochecer.
Terminé la carta y la puse en su mochila, dulcemente para no despertarla. Llegamos a nuestro destino, desperté a mi Alicia y la acompañé hasta la esquina de su calle.
Me quedé durante mucho tiempo mirando la calle desierta, vi la luz de lo que supuse su cuarto encenderse y la vi abrir la ventana para que entrara aire, observé como descuidadamente se quitaba su ropa y entraba al baño. Un gato paso por mis pies y un sombrero maltrecho rodó por la calle a causa del viento que soplaba. La vi salir del baño y ponerse una pijama de color amarillo con flores rojas, la vi leer durante mucho tiempo y después apagar la luz.
Me quedé aún mirando su ventana a oscuras, como esperando que bajara por ella y escapara conmigo. Me fui cuando la noche era ya madrugada.
Evidentemente Lolita no se llamaba Lolita, pero el nombre que Navokov dio a su obra era el que mejor la describía. Evidentemente este cuento no termina con Alicia despertando de su maravillosa pesadilla o regresando de espaldas a través del espejo de su cuarto.No volví a buscarla, pero sus imágenes me persiguen todavía en mis sueños y vigilias. Aún me sorprendo plasmando sus rasgos en mi cuaderno de dibujo o recordándome parado frente a su casa en la noche fría; me imagino espiando por su ventana sus actividades nocturnas. No la veo ya con su pijama amarilla, sino con un camisón blanco que la cubre hasta las rodillas.
Me la imagino aquella noche, cuando estuve con ella por ultima vez, revisando su mochila y encontrando mi carta de despedida. No puedo ubicar su cara, que en otros recuerdos veo con tanta claridad, sin embargo recuerdo todas las palabras que puse en el papel de dibujo, me la imagino leyendo y puedo ver lo que en el papel hay escrito...
"Mi querida Niña Alicia:
A partir de ahora, lo comprendo, me quedo solo sin ti, sólo porque no estarás más ya aquí, no como ahora que te veo dormir, no como cuando probé tus labios, no como cuando te encontré en aquel parque.
Entonces era yo completo, no lo seré más ya. Entonces tu imagen bastaba para espantar mi soledad, ahora no, tu imagen sólo la hará más insoportable, más oscura, más invencible.
La reina de corazones no ha ganado y, sin embargo; yo pierdo todo con el adiós que nos diremos en un rato, te veré alejarte y me quedare solo o sólo, que no es lo mismo.
Me desvanezco sí, con una sonrisa en los labios y jugando con las palabras de la única forma en que sé hacerlo. Pero no para ti, tanto más, para ti permanezco.
Me desvanezco sí, pero soy yo quien no me encontrará ya más. Ya no soy sino estoy contigo y en ti, pero eso no sucederá, así que me desvanezco para mi.
Muero pues, pero no de la manera que quiero, sino de una mucho más cruel, muero para mi y no para el mundo, muero por dentro.
Ahora mi cáscara vacía caminará por las calles que siempre le serán extrañas, sólo porque ya no está en ti y nunca lo estuvo. La gente la mirará y se reirá para si; 'Miren al bufón, al hombre hueco’.
Mis palabras callarán lo que debería gritarse y mis ojos no llorarán mi muerte. Mi cáscara andará siempre ahora que ya no seré, pero es mi cáscara, solamente mi cáscara, nada más."
Etiquetas: Memoría / olvido, off topic



3 Comments:
Genial homenaje. Realmente genial.
Besos
Señor:
Sé que es la primera vez que escribo en su espacio, lo cual -como usted dijo en mi caso- no significa que no lo lea (recuerdo bien que estábamos en octavo semestre cuando salió en 'La Razón' el reportaje sobre prostitución infantil que aquí se reproduce).
Coincido en lo de "genial homenaje"; también en lo de "ejercicio estético". Y bueno... supongo que para redactar un comentario más decente que el presente tendría que haber leído a los autores y los libros citados. Baste decir que este buen cuento revive mis reflexiones en el sentido de que todo lo que escribimos de uno u otro modo nos refleja.
En fin, prometo leerlo y dejar comentarios más sustanciosos que éste con mayor frecuencia.
Saludos.
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