jueves, marzo 13, 2008

VERSIONES IV


Refugio. Una simple palabra, un complejo sentimiento. Iniciar el día nunca ha sido fácil para Héctor; salir de su casa para enfrentar la ciudad y sus calles repletas de ausencia requiere, todas las mañanas, un gran esfuerzo de su parte, no siempre lo logra.
Hubo días en que faltaba injustificadamente a sus citas y labores, sólo porque la soledad y el miedo de descubrirla ajena le obligaban a quedarse entre aquello que le era familiar. Otros días caminaba inseguro por los calles de su ciudad, temiendo encontrarla, deseando verla.
Fueron los días de la ausencia, casi todos. Pero desde que la esperanza llegó a vivir entre sus paredes no hubo más necesidad de refugiarse. Porque no era ya el refugio, sino los ojos de ella. No necesitaba más protección que el recuerdo de su aroma.
Pero hoy ni los labios de Diana, ni los muros de su hogar le ofrecen seguridad, parecen invadidos por la ausencia; los cuadros, los libros y los muebles le gritan los nombres de su soledad, el espejo sólo le regresa el retrato de la confusión.
Por ello Héctor sale huyendo, sin apenas despedirse de Diana, en camino a las aulas que escaso alivio prometen.

Queda escrito que Héctor se refugia en las clases, porque María no perteneció nunca a este ambiente y ella, la otra ausencia, hace años que permanece alejada de estos pasillos. Son estos edificios terreno neutro, que al negarlas las reafirma.
Dos clases lo esperan; la primera de 11:00 a 13:00 y otra de 16:00 a 18:00, todos los Lunes y Jueves. Habitualmente aprovecha el intervalo para salir a comer con Diana u otra persona o para preparar sus escritos para la revista. Cuando nada hay que hacer, permanece en el cubículo que la Coordinación de Comunicación le asignó, adecuadamente provisto de una computadora, televisión, consola de videojuegos y radio. En estos espacios, más la explanada de la Facultad, desarrolla Héctor su vida académica.
Esta escuela es, en suma, su refugio: Pero aún este claustro será invadido.

La primera clase transcurrió como siempre; cuarenta jóvenes no muy convencidos de querer estar en donde están y un profesor no demasiado atento a lo que hasta estos muros lo trajo. No hay historia que valga la pena contarse entre estos pupitres; todas ellas son obvias a su mera mención.
Parado frente a sus estudiantes, Héctor habla sobre todo para superar el silencio de murmullos y no porque piense que en realidad alguien le presta atención; la ayudante de profesor revisa por centésima vez los trabajos que ha calificado y se promete, como siempre, que los próximos sí serán leídos por completo; distribuidos en grupos y grupúsculos, los estudiantes atienden al murmullo general y no a la clase, alguno de ellos, si acaso, toman apuntes distraídos de las partes más irrelevantes.
El cuadro es el común y como tal es apreciado por la cabeza que asoma a través de la mirilla de la puerta; el corte militar desaliñado da a este personaje un aspecto poco común en estos pasillos acostumbrados a variedades más estridentes. Su ropa gris y sucia llamaría la atención de cualquiera que por aquí pasara, pero no lo hará, él se ha asegurado que nadie le vea.
Es uno de los fantasmas vivos y pronto encontrará su papel en esta historia.

Semirecostado ante su escritorio, Héctor se soba los ojos de cansancio e intenta comprender la enmarañada redacción de los trabajos que ante sí tiene, con un suspiro de pena compadece, como siempre, a Less, su profesora adjunta, por el trabajo que tiene al calificar cotidianamente estos atentados al idioma, él, por lo menos, sólo tiene que hacerlo una vez al mes.
Un café, se dice, le ayudaría a concentrarse en su trabajo y a calmar el temblor de sus manos que casi le impide leer lo que con ellas toma. Entrecerrando los ojos, visualiza como promesa de salvación la máquina expendedora que se haya justo afuera de la Coordinación de Comunicación, a sólo unos pasos y a pocos pesos de distancia.
Con ese pensamiento, se rasca la cabeza y decide levantarse del sillón, entonces escucha un golpe leve en la ventana de su cubículo; nada de importancia, ésta da a uno de los jardines posteriores de la facultad, un espacio que igual es utilizado para demostraciones nada púdicas de cariño y deseo, que para juegos de pelota o para fumar hierba presuntamente a escondidas. El que alguien arroje una piedra y ésta de, accidentalmente, en una ventana es asunto de todos los días y todas las horas.
Un nuevo golpe le detiene en la puerta de su cubículo, una tercera roca acierta en la ventana antes de que logre llegar hasta ella para ver quién es el responsable.
Parado en medio del prado se encuentra un fantasma: su corte militar desaliñado, su ropa gris y sucia, su botas militares con las agujetas sueltas, la barba casi lampiña que demuestra días de descuido, la tez morena, la ojeras que dan a su cara un aspecto casi de cadáver; entre los pliegues de su chamarra se adivina el bulto de un arma, metida a fajo en la cintura del pantalón.
El fantasma saluda con la mano e intenta sonreír, hace un gesto para invitar a Héctor a ir a buscarlo al jardín.

Parece nervioso, voltea recelando de todos los que por ahí pasan, se lleva la mano al bulto de su cintura a cada inesperado ruido, su ojos no paran de moverse de un lado a otro, como si esperara un ataque desde cualquier flanco. Se siente desprotegido, extraña la seguridad que las paredes de su refugio le proporcionan.
Héctor se acerca precavido, nada hay en la pinta del extraño que le inspire alguna confianza, incluso ha pedido a su vecina de cubículo que vigile el encuentro a través de la ventana y que llame a la policía a la menor sospecha.
El extraño se limpia con el pantalón el sudor de la palma de la mano y se la extiende al extrañado profesor, no espera el gesto de correspondencia; toma la mano de Héctor cuando ésta se encuentra aún pegada a su costado y la agita vigorosamente.
-No se moleste en presentarse, sé quién es usted -las palabras salen atropellándose de su boca y su voz suena familiarmente ronca-; me llamo Erick y maté a Miriam Gómez hace dos años... Pero ella no se quedó muerta.

P.D. que se la prolonga...
Y bueno, debido al éxito no obtenido... El concurso sigue abierto una semana más...
Cómo? Cómo qué cual concurso? Pues este:
PRIMER GRAN CONCURSO DE ANIVERSARIO NECIO HUTOPO 2008
Como algunos se habrán dado cuenta, un nombre da pretexto a no pocos de los textos y dibujos aquí publicados... No, no es el mío; es otro. Uno que se esconde para ser encontrado, uno que reeescribe la ortografia de la esperanza y la ausencia... La idea es ésta: Quien me haga llegar por correo (a gmail, la dirección está en mi perfil de blogger) este nombre, recibirá a vuelta de correo el archivo de la novela Versiones, para que pueda saber de qué va el asunto antes que casi nadie... Y, como eso para algunos puede resultar redundante; me comprometó a hacer un escrito y/o dibujo en exclusiva para el blog de quienes acierten (en el caso, por supuesto, de que tengan un blog).
Por supuesto, quedam excluidos de esta convocatoria quienes por cualquier razón ya conocen el nombre (e incluso, la persona) de quien se habla...

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8 Comments:

Blogger Nanny Ogg (Dolo Espinosa) said...

¿Nadie ha comentado aún? ¡Qué cosa más rara! En fin, como yo ya estoy disfrutando de una parte de mi premio, no comentará nada de "Versiones" pero quería dejar constancia de mi paso y de que me gusta mucho esta novelita (por la extensión lo digo, no por la calidad, no se me confunda nadie y menos el autor).

Besos

2:35 p.m.  
Blogger LA CASA ENCENDIDA said...

Hola guapo. Yo sigo leyendo y luego comentamos más.
Besillos grandotes.

4:49 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

2:27 a.m.  
Blogger Zafferano said...

Que se va complicando el asunto...! pobre Héctor, menos mal que empiezan las vacaciones. Así que, feliz semana lindo, disfruta y pásalo bien!

Un beso muy grande!

3:35 a.m.  
Blogger Necio Hutopo said...

Yo lo que pasa es que no entiendo... las visitas umentan pero los comentarios no crecen ni un tantito así... En fin, a lo que veníamos:

Nanny. Pues gracias, leela y espero que no te decepciones... demasiado.

Nani. Lo mismo... y gracias

Zaff. No te preocupes, las cosas se ponen todavía un poco más complicadas, que aún quedan personajes y situaciones que presentar...

Y ya está... Salvo por el spam, pero de ese mejor no hablemos.

12:55 a.m.  
Blogger Tamaruca said...

¿Y esperó la venganza todos esos años tranquilo en su refugio? ¿Cómo podía soportar el remordimiento? Pobre Diana, ella no tiene culpa de nada.

Besines :)

1:02 a.m.  
Blogger mariapán said...

...en el museo no hay red de redes?...jejejeje...
Te sigo...
besitos

6:56 a.m.  
Anonymous Anónimo said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

3:18 p.m.  

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