jueves, octubre 21, 2021

BESTIAS ONÍRICAS

Las tradiciones cambian y, sólo así, permanecen coherentes. Nuevas formas de vivir la cultura surgen y nuevos símbolos son apropiados, integrados a las costumbres y asimilados en la cultura.

            Así como la Catrina surge hacia finales del siglo XIX, otras de las figuras icónicas y fuertemente ligadas a la concepción del Día de Muertos tal como se conoce y practica hoy en día, tienen también orígenes muy recientes y ligadas a la obra del grabador José Guadalupe Posadas y del pintor Diego Rivera (porque la cultura se nutre a sí misma).

 

Los alebrijes fueron creados por un artesano de condición poco menos que precaria.

            Si bien de ascendencia indígena (como la mayoría de les mexicanes), Pedro Linares no se autoidentificaba como perteneciente a ningún pueblo originario. Nacido en la ciudad de México a principio del siglo XX, aprendió el oficio familiar de la cartonería y de éste sobrevivía con privaciones y bordeando siempre en la miseria, elaborando los tradicionales ”Judas” para la Semana Santa, adornos de papel maché, piñatas y calaveras basadas en la obra caricaturística de José Guadalupe Posadas.

            Esto fue así hasta 1936, año en que empezó a vender sus alebrijes, los que llegaron a cautivar al propio Diego Rivera, quien pronto los incorporó a sus obras, catapultando la fama de su creador.

            La historia de la creación de sus “alebrijes” fue cambiando conforme su fama crecía. En un principio sólo decía que estos animales fantásticos se le habían aparecido en sueños y que de ahí había tomado la idea. Tiempo después, cuando la promoción que de su obra hicieron las personas cercanas a Diego Rivera empezó a rendir sus frutos, añadió que estos sueños se dieron durante un periodo de postración debido a una fuerte fiebre provocada por una enfermedad que, debido a su condición humilde, no pudo ser tratada o diagnosticada.

            Tras su muerte en 1992, la familia agregó un episodio más al mito; contando que aquella enfermedad en 1936, de hecho, llevó a Linares al borde la muerte. Tanto que es en medio de su velorio que éste recupera la conciencia saliendo del ataúd en el que estaba, repitiendo la misma palabra que, según su adornado relato, le repetían estos animales fantásticos en su sueño; “alebrije”.

 

Al margen de las licencias creativas con las que se ha adornado el relato de origen de estas bestias oníricas, lo cierto es que muy pronto estas quimeras son apropiadas no sólo por Linares o sus cercanes, sino por múltiples artesanes, quienes enriquecen y diversifican sus formas y coloridos.

            Aunque originalmente el adorno de las figuras de cartonería se basaba mucho en los coloridos diseños de, por ejemplo, les artesanes huicholes, actualmente es mucho más común encontrarles con motivos estéticos zapotecas.

            Además de que los materiales han variado, pasando de la cartonería a la talla de madera, característica de los pueblos indígenas del valle central de Oaxaca.

            De hecho, en la actualidad y gracias a un decreto de denominación de origen, sólo pueden ser llamados “alebrijes” las creaciones provenientes de estos pueblos y la cartonería elaborada por la familia de Pedro Linares o aquelles a quienes les conceden permiso (como les creadores participantes en el desfile anual de “alebrijes monumentales” que se realiza en temporada de muertos en la ciudad de México desde 2007).

 

La cultura es colectiva, las tradiciones hacen comunidad y es la comunidad, en colectivo, quien las mantiene, enriquece y nutre... Así, más allá de su creación individual, los alebrijes fueron apropiados por la comunidad para enriquecer las tradiciones colectivas.

 

Mario Stalin Rodríguez

Asesor Educativo

Museo Nacional de Antropología

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