POSESIÓN
Quizá es que el demonio entró en ella, como
suele suceder en estos casos, por los ojos. Tal vez vio algo extraño en su
camino diario; algo que no estaba ahí los otros días... En todo caso, aquella
noche, en su casa, todo cambió.
Sólo
fue una palabra, dicha en el más inesperado de los momentos. Él, como todas las
noches, le hablaba de su día y sus negocios, de las personas que había
encontrado y los tratos que había cerrado. Como todas las noches, él iba
pidiendo una a una sus necesidades y esperaba que fueran atendidas.
Esa
noche, ella lo miro y sólo dijo una palabra: No.
Una palabra marcó el inicio... Y las
palabras lo continuaron.
Al
otro día ella salió, como casi todos los días, a encontrarse con las otras
mujeres; las mismas que cada día y cada noche atendían a sus maridos, padres,
hermanos y varones de la familia y conocidos en sus casas. Las mismas que sólo
hablaban cuando se les hablaba, las que recibían con una sonrisa cada
requerimiento que debían cumplir... A todas ellas les habló.
Y
las palabras fueron pasando de mujer en mujer; susurradas en los rincones
apartados donde ellas se reunían.
Hablaban
de cosas nuevas; poder de decisión, libertad, derechos sobre sus vidas y
cuerpos... Con las palabras viajaba el demonio y cada noche en más casas, la
palabra era repetida cada vez por más mujeres: No.
Y las apalabras encontraron cobijo también
en los lugares más inesperados.
Algunos
varones escucharon y comprendieron... Y el demonio también habitó en ellos...
Pronto los varones libres del demonio
empezaron a preocuparse.
Se
reunieron en los salones del poder y los negocios, en las casas de la justicia
y las decisiones; en el palacio de gobierno. Empezaron a preguntarse y a
investigar… Y llegaron a ella; a la primer mujer que dijo no.
Y
aquella mañana, cuando ella salía, como todos los días, a reunirse con las
otras mujeres; la apresaron... La llevaron al palacio de gobierno, la torturaron,
la juzgaron y la encontraron culpable de estar poseída por el demonio. Al día
siguiente, sentenciaron, sería ejecutada.
Y aquella noche, poco a poco, en silencio,
las mujeres empezaron a salir de sus casas... Incluso algunos varones las
acompañaban.
No
hubo ningún plan; la decisión no se tomó en ninguna reunión secreta. Sólo
empezaron a salir de sus casas, en el camino iban tomando palos, azadones, picos,
palas y antorchas... Y se dirigieron al palacio de gobierno.
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Cosas que suceden, El Nombre de la Ignominia
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home