LABORES DE PARTO 03
De acuerdo a lo analizado hasta el momento,
los trabajadores que llegan a la Secretaría de Cultura procedentes de múltiples
instituciones y dependencias, se enfrentaban al reto de intentar conformar una
opción sindical que los representara a todos, a pesar de sus diferencias en el
ámbito de las relaciones laborales e incluso de organización gremial.
Si
bien, como queda dicho, muchas de las representaciones sindicales habían alcanzado
un cierto grado de independencia organizativa a pesar de su pertenencia formal
al SNTE, ésta no era idéntica en todos los casos y ni siquiera era aplicable a
la totalidad de los referentes.
A lo largo del tiempo, las representaciones
sindicales tanto del Instituto Nacional de Antropología e Historia como del de
Bellas Artes y Literatura, alcanzaron un gran grado de independencia
organizativa en relación a lo estipulado para las delegaciones del SNTE, aunque
sólo las tres representaciones del INAH (trabajadores ATM, investigadores y
arquitectos) lograron llegar hasta el manejar la totalidad de los recursos
económicos generados por las cuotas sindicales de sus agremiados.
Obviamente,
esto no se logró de la noche a la mañana, sino después de una larga lucha que
involucró no sólo a los trabajadores de estas instituciones, sino incluso a ciertos
directivos de las mismas, el prestigio que el trabajo de ambos institutos y,
por ende, sus trabajadores tenían a nivel nacional e internacional y, muy
obviamente, la resistencia del sindicato de educación a aflojar, así fuera
mínimamente, el férreo control que ejercía (y ejerce) sobre sus secciones.
No,
no fue un proceso sencillo e involucró la confluencia de múltiples actores,
incluso no involucrados directamente en las instituciones culturales, como la
oposición democrática dentro del propio SNTE representada por los trabajadores
magisteriales agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación y el apoyo que se recibió desde otras organizaciones sindicales democráticas,
ya fueran de instituciones de educación superior o de empresas paraestatales
como la hoy extinta Luz y Fuerza del Centro.
Conforme
el proceso avanzaba, otros actores fueron sumándose a los esfuerzos de
democratizar a las representaciones sindicales del sector cultura; los
trabajadores de Radio Educación, algunos grupos del Centro Nacional para la
Cultura y las Artes, del Sistema Nacional de Bibliotecas, de la propia
administración central de lo que fuera Conaculta... Y etcétera.
Las
conquistas de esta larga lucha no fueron pocas; respeto a la vida sindical y
organización propias de las representaciones, elección de sus dirigentes,
participación de sus bases en la toma de decisiones, negociación de sus relaciones
y prestaciones laborales... Y etcétera.
Lamentablemente,
como queda escrito, esto no es aplicable a la totalidad de los trabajadores que
llegan a la Secretaría de Cultura.
Dentro de las instituciones absorbidas por
la naciente dependencia, múltiples representaciones sindicales son aún
controladas por el SNTE, con todo lo que ello implica; designación unilateral
de la dirigencia sindical, negociaciones oscuras entre el sindicato y las autoridades,
manejo discrecional de las prestaciones laborales, castigo a la disidencia y un
largo y triste etcétera.
El
propio sindicato de educación promovió la división dentro de las
representaciones que alcanzaron su independencia relativa, llegando a crear
secciones paralelas a fin de entorpecer la facultad de negociación de las opciones
democráticas.
Como
puede verse, el panorama que enfrentaban los trabajadores de la Secretaría de
Cultura era complicado en prácticamente todos los ámbitos...
Mario Stalin Rodríguez
Etiquetas: Acciones, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
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