LABORES DE PARTO 04
Como queda escrito en las anteriores
entregas, los trabajadores absorbidos por la Secretaría de Cultura se
enfrentaban al reto de crear una representación sindical que los agrupara a
todos reconociendo sus diferencias y las de las instituciones y dependencias a
las que pertenecían.
Una
labor difícil y, por ello, los acercamientos a la solución partieron (y parten
aún) desde múltiples ópticas...
Desde el principio, incluso desde el
anuncio de la creación de la secretaría (Septiembre de 2015) y durante el
movimiento en oposición a ésta, hubo voces que pugnaban por la creación de una
opción sindical única para la, en ese entonces, aún no concretada dependencia.
Sin
embargo, desde ese primer momento y durante el largo proceso que siguió hasta
que la Secretaría de Cultura fue creada formalmente (Diciembre de 2015), estas
voces no iban más allá de la mera intención declarativa; sindicato único, sí, pero
sin especificar el cómo conciliar en una única organización la multitud de
situaciones, relaciones laborales y contextos de los que ya se ha hablado
anteriormente.
Por
su parte, otros grupos veían en esta diversidad un peligro; pues pugnar por una
organización única, decían, podía poner en riesgo las relaciones laborales y
derechos adquiridos de los trabajadores de cada institución.
Por
ello, desde estos grupos, se pugnaba no por un sindicato único, sino por generar
diversos sindicatos para cada una de las instituciones absorbidas por la
naciente dependencia, sindicatos que bien podrían trabajar coordinadamente,
pero que se encargarían de negociar cada uno por su parte sus particulares
relaciones laborales, con las autoridades inmediatas de cada dependencia y con las
centrales de la Secretaría de Cultura.
De
hecho, es sobre esta opción que muchas de las representaciones sindicales
anteriormente establecidas empezaron a trabajar en un principio...
Sin embargo, los problemas inherentes a
esta opción pronto fueron más que evidentes.
Bajo
este esquema, cada pequeño sindicato habría podido negociar con las autoridades
inmediatas de sus particulares instituciones, pero se enfrentaría en
condiciones de debilidad antes las autoridades centrales de la naciente
secretaría.
Tanto
más, en un escenario previsibles, podría surgir una agrupación de
representación minoritaria, pero con trabajadores de más de una institución,
que ostentara el nombre de “Sindicato de la Secretaría de Cultura” que, siendo
la única agrupación gremial de su tipo, automáticamente podría negociar
directamente con las autoridades centrales de la dependencia.
Ante
este peligro, pues nada garantizaba que esta potencial agrupación siguiera los
preceptos democráticos que tan duramente habían conquistado buena parte de las
representaciones sindicales anteriormente existentes. Tanto más, era muy
probable que, de surgir, fuera más bien cercana a lo más oscuro del
sindicalismo oficial.
Una
opción habría sido crear sindicatos que representaran a semejantes; uno para
los institutos desconcentrados homologados (INAH e INBA) y otro para todos los
trabajadores que anteriormente se regían por las Condiciones Generales de
Trabajo de la SEP.
Sobra
decirlo, esta opción adolecía de los mismos problemas que la anterior... No,
crear sindicatos en plural no era alternativa.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Acciones, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad
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