En correspondencia con los empeños continuistas y las actitudes de creciente intolerancia y autoritarismo del Ejecutivo federal, las bancadas de los partidos Acción Nacional y Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados restrenaron ayer su alianza oligárquica para escamotear a la izquierda la presidencia de la mesa directiva de ese órgano legislativo, posición que correspondía, según el acuerdo parlamentario ahora desconocido que daba ese cargo a la segunda fuerza de la cámara, es decir, el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Con tal de acomodar a sus legisladores para que el mensaje del presidente Vicente Fox sea respondido por un correligionario suyo, y no por un opositor, el partido en el gobierno llegó hasta el punto de comprar el voto de los priístas el precio fue la presidencia de la Junta de Coordinación Política, que por ley corresponde a un representante de Acción Nacional y, a costos menores, los de las franquicias políticas verde y elbista, sin cuyo respaldo no habrían podido reunir los 320 votos dos terceras partes que se requieren para conformar la mesa directiva. El enjuague requiere, además, una reforma a la Ley Orgánica del Congreso.
La alianza legislativa de facto entre panistas y priístas viene de muchos años atrás. Juntos, tricolores y blanquiazules, aprobaron la incineración de las pruebas del fraude electoral de 1988, y juntos encubrieron, en el sexenio siguiente, los astronómicos desfalcos cometidos al amparo del rescate bancario; juntos marginaron al PRD en la conformación del actual Instituto Federal Electoral, a cuya cabeza colocaron al hasta entonces empleado de Elba Es-ther Gordillo, Luis Carlos Ugalde; juntos desaforaron, el año pasado, a Andrés Manuel López Obrador, y juntos, en el Senado de la República, transfirieron a los consorcios privados el control del espectro radioeléctrico.
Si durante el salinato y el sexenio zedillista los legisladores de Acción Nacional se especializaron en vender favores a las figuras presidenciales priístas, a partir de 2000 se invirtieron los papeles y los representantes del Revolucionario Institucional se someten, en lo esencial para eso siempre hay un precio a la presidencia foxista.
A pesar de todo, hasta ahora el Prian había exhibido cierto respeto, en términos generales, a la pluralidad y el libre debate en las cámaras, atributos esenciales del Poder Legislativo en cualquier parte del mundo. Pero el pacto que se concretó ayer para marginar al PRD de la mesa directiva y para colocar en manos de un panista las tareas de responder el mensaje presidencial del primero de septiembre, de firmar el bando solemne de presidente electo y de colocar la banda presidencial a quien corresponda, muestra una determinación para llevar hasta el seno del Congreso las líneas marcadamente excluyentes, antidemocráticas y autoritarias que se acentúan día con día en el régimen actual.
El veto a la izquierda que según las propias cifras oficiales es la segunda fuerza electoral del país en los órganos parlamentarios trasciende los formulismos; es, de hecho, un alarmante dato sobre el grado de cerrazón que el grupo gobernante ha impuesto en las vías institucionales y legales de la política, y sobre su conversión en una oligarquía: "forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social; conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio".
El "gobierno del cambio", que se presentó en sus inicios como una bocanada de aire democrático, llega a su fin poniendo un cerco de tanquetas afuera del Palacio Legislativo y colocando, adentro de él, mordazas a la oposición. Los símbolos son ominosos, pero la realidad que representan lo es mucho más.
Etiquetas: Opinión
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