Los Falsificadores de la Democracia 62
SIN MORALEJA
Y
érase también que en otro lugar (uno cercano, digamos que justo al lado Sur del
primero), unas cucarachas azules estaban muy contentas con la llegada de la
rata naranja al gobierno del lugar vecino, porque creían que los bichos que la
rata naranja había prometido comer eran los bichos que gobernaban en el lugar donde
vivían las cucarachas azules.
Porque
las cucarachas azules habían gobernado, en el pasado, el lugar en el que vivían...
Y habían hecho un desastre, tanto que los bichos de aquel lugar les habían
corrido del gobierno, expulsándoles de los salones del poder y quitándoles la
posibilidad de, por ejemplo, entregarle a la rata naranja los recursos del lugar
en el que vivían las cucarachas azules.
Así
que las cucarachas azules aplaudían cada vez que la rata naranja amenazaba con
comer bichos; porque creían que esos bichos serían los bichos que les habían
arrebatado sus privilegios...
Pero
a la rata naranja, en realidad, las cucarachas azules no le importaban un pito;
porque no tenían poder ni nada que ofrecerle a la rata naranja, salvo su
aplauso incondicional.
Porque la rata naranja estaba muy ocupada
comiendo otros bichos, los bichos del lugar en el que gobernaba la rata naranja,
los mismos que la habían elegido... Y a veces, sólo a veces, se acordaba de
hacerles algún guiño a las cucarachas azules y a otros bichos similares en
otros lugares.
No
porque los aplausos incondicionales de las cucarachas y otros bichos similares
igual de insignificantes le sirvieran de algo en ese momento, sino porque esperaba
poder usarles en el futuro; en caso de que los bichos del lugar en el que gobernaba
la rata naranja empezaran a preguntarse por qué la rata naranja estaba comiéndoselos
a ellos y no a los bichos “extranjeros” de otros lugares.
Así
que a veces, sólo a veces, muy de vez en cuando, la rata naranja volteaba a ver
a las cucarachas azules y les decía que ahora sí, verdad de la buena, dejaría
de comerse a los bichos del lugar que gobernaba y empezaría a comerse a los
bichos que las cucarachas azules le señalaban... Mientras se preguntaba, por
supuesto, ¿cuál sería el sabor de las cucarachas azules?
Porque
las cucarachas azules se habían esforzado en olvidar que la rata naranja ya
había gobernado el lugar vecino y que ya antes, cuando los bichos de aquel lugar
se empezaron a preguntar por qué la rata naranja estaba comiéndoselos a ellos y
no a los bichos “extranjeros” de otros lugares, la rata naranja había volteado
a ver a las cucarachas azules justo después de que las cucarachas azules habían
sido expulsadas del poder... Para devorar a una cucaracha azul.
Y así sigue esta fábula inconclusa... Con una
rata naranja que come bichos y unas cucarachas azules que le aplauden, porque
creen que la rata naranja se comerá a los bichos que las expulsaron del poder, aunque
están más próximas a convertirse en los próximos bocadillos de la rata naranja
que de regresar a los salones del poder.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, off topic, Opinión, tratado sobre la necedad
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home