jueves, marzo 13, 2025

Los Falsificadores de la Democracia 62

 SIN MORALEJA

Fábula con una rata naranja y algunas cucarachas azules

 Érase que se era, que es como suelen empezar estas fábulas, un lugar en el que algunos bichos eligieron una rata naranja para gobernarles porque les había prometido que tendrían riquezas a base de comer bichos; otros bichos, no los de aquel lugar, unos bichos “extranjeros”.

            Y érase también que en otro lugar (uno cercano, digamos que justo al lado Sur del primero), unas cucarachas azules estaban muy contentas con la llegada de la rata naranja al gobierno del lugar vecino, porque creían que los bichos que la rata naranja había prometido comer eran los bichos que gobernaban en el lugar donde vivían las cucarachas azules.

            Porque las cucarachas azules habían gobernado, en el pasado, el lugar en el que vivían... Y habían hecho un desastre, tanto que los bichos de aquel lugar les habían corrido del gobierno, expulsándoles de los salones del poder y quitándoles la posibilidad de, por ejemplo, entregarle a la rata naranja los recursos del lugar en el que vivían las cucarachas azules.

            Así que las cucarachas azules aplaudían cada vez que la rata naranja amenazaba con comer bichos; porque creían que esos bichos serían los bichos que les habían arrebatado sus privilegios...

            Pero a la rata naranja, en realidad, las cucarachas azules no le importaban un pito; porque no tenían poder ni nada que ofrecerle a la rata naranja, salvo su aplauso incondicional.

 

Porque la rata naranja estaba muy ocupada comiendo otros bichos, los bichos del lugar en el que gobernaba la rata naranja, los mismos que la habían elegido... Y a veces, sólo a veces, se acordaba de hacerles algún guiño a las cucarachas azules y a otros bichos similares en otros lugares.

            No porque los aplausos incondicionales de las cucarachas y otros bichos similares igual de insignificantes le sirvieran de algo en ese momento, sino porque esperaba poder usarles en el futuro; en caso de que los bichos del lugar en el que gobernaba la rata naranja empezaran a preguntarse por qué la rata naranja estaba comiéndoselos a ellos y no a los bichos “extranjeros” de otros lugares.

            Así que a veces, sólo a veces, muy de vez en cuando, la rata naranja volteaba a ver a las cucarachas azules y les decía que ahora sí, verdad de la buena, dejaría de comerse a los bichos del lugar que gobernaba y empezaría a comerse a los bichos que las cucarachas azules le señalaban... Mientras se preguntaba, por supuesto, ¿cuál sería el sabor de las cucarachas azules?

            Porque las cucarachas azules se habían esforzado en olvidar que la rata naranja ya había gobernado el lugar vecino y que ya antes, cuando los bichos de aquel lugar se empezaron a preguntar por qué la rata naranja estaba comiéndoselos a ellos y no a los bichos “extranjeros” de otros lugares, la rata naranja había volteado a ver a las cucarachas azules justo después de que las cucarachas azules habían sido expulsadas del poder... Para devorar a una cucaracha azul.

 

Y así sigue esta fábula inconclusa... Con una rata naranja que come bichos y unas cucarachas azules que le aplauden, porque creen que la rata naranja se comerá a los bichos que las expulsaron del poder, aunque están más próximas a convertirse en los próximos bocadillos de la rata naranja que de regresar a los salones del poder.

 

Mario Stalin Rodríguez

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