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María Luisa Martínez, única vecina civil de la embajada de Estados Unidos de América en México, es, seguramente, la mujer más vigilada del país y su casa, ubicada en Río Lerma 102, probablemente sea la más segura del Distrito Federal. La señora Martínez y su madre viven en este domicilio hace ya más de 60 años, mucho antes que sus actuales vecinos.
“Hemos ganado en seguridad”, dice mientras se esconde la cámara, “pero es en lo único que hemos ganado”. Su principal problema es la vigilancia; no puede recibir visitas sin que el personal de se seguridad de la embajada se asome y tome fotos o, en los peores días tras los atentados de 2001, esculque los automóviles.
Los vehículos automotores son, justamente, otro problema; la calle Río Lerma es un enorme estacionamiento para quienes acuden a la representación diplomática o para quienes, trabajando en o para ella, no están seguros de pasar los estrictos controles de seguridad en el estacionamiento de la misma.
A unos metros de la puerta de la señora Martínez, los ocupantes de la patrulla S00325 obligan a una camioneta repartidora a moverse. No es por seguridad especial; sólo el reglamento, explica el oficial Lucio Cabrera mientas muestra el libro negro del Reglamento de Tránsito de Distrito Federal, con e artículo 33 subrayado. La patrulla, señala María Luisa, “pasa cada media hora, además están los policías a pies (del Cuerpo de Granaderos) y los de la embajada, que pasan muy ufanos con sus rifles”, comenta imitándolos.
La embajada expansiva
Oficialmente, el edificio de la delegación diplomática de Estados Unidos de América en México ocupa el inmueble ubicado en Pase de
De acuerdo al mapa oficial de la ciudad de México (disponible en versión electrónica tanto en Googe maps como en la página de
Danubio y el camellón lateral de Reforma son, también, territorio estadounidense; los separan de México no la ley sino las vallas metálicas de
Las vallas están ahí para mantener lejos a los manifestantes, reconoce le oficial Juan Cruz Fausto del Cuerpo de Granaderos. No sabe quién ordenó la colocación de la barda ni la presencia de fuerzas policiales (ausentes, por otro lado, en cualquier otra representación diplomática); “nosotros estamos aquí para cuidar la calle, nada más, no tenemos nada que ver con la seguridad de la embajada... Ni coordinación, ni nada”.
El personal de la empresa de seguridad Inter-Com, que tiempo atrás sustituyeron a os marines estadounidenses que tradicionalmente custodiaban el interior de la sede diplomática, tampoco sabe nada. Por no saber, no saben ni utilizar el intercomunicador para comunicarse con alguien que, dentro del edificio, pueda responder si la embajada cuenta con permiso de la delegación territorial para apropiarse de Río Papaloapán y cerrar Danubio y el camellón de Reforma. Ambops espacios transformados en salas de espera para quienes tienen algún trámite qué realizar en la delegación diplomática, como puede testificarlo el grupo de albañiles cohuilenses que esperan la salida de su representante, quien tramita las visas del grupo para trabajar en una empresa de construcción del otro lado.
Del permiso tampoco saben nada en la delegación territorial, donde preguntar por él implica un recorrido desde la oficina del Delegado hasta la de Comunicación Social, por primera vez), pasando por el Jurídico, Comunicación Social (por segunda vez), Verificaciones, Permisos, Comunicación Social (nuevamente), Ventanilla Única y Comunicación Social (aquí es donde uno se rinde, ante la posibilidad, muy real, de ser remitido a
En la caseta de recepción de la puerta frontal de la embajada (que nunca se abre, pues el acceso a ella es por una entrada lateral, un minúsculo papel amarillo pegado tras un vidrio blindado, informa con letra minúscula; “Sí, la seguridad causa molestias, pero desafortunadamente es necesaria”.
Mario Stalin Rodríguez
Actualización de un reportaje publicado originalmente en Marzo de 2006.
Fotografía de Osiel Tello, Marzo de 2006.
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, Notas, off topic
3 Comments:
.......Sí, la inseguridad también causa molestias y además es necesaria para que exista la opresión.
Palabras, palabras. La señora Martinez tampoco es libre.
Un abrazo amigo
La verdad, es casi en todos los lugares lo mismo, y ni hablar de la fila eterna que acampa a un costado para solicitar la visa, al menos eso aca en bs as.
un saludo
Feliz Navidad Mario
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