Los Falsificadores de la Democracia 67
EL FINAL DE LAS PIÑATAS
Al
margen de discusiones bizantinas sobre si 13 millones de votos son pocos o
muchos para un ejercicio que nunca antes se había realizado, lo cierto es que con
el número que fuera (incluso uno aún menor, mucho menor), las personas
seleccionadas para cualquiera de los puestos gozan de mayor legitimidad que
quienes ocupaban los mismos cargos en el sistema anterior; donde les
integrantes de la SCJN eran nombrades por una única persona; quien ocupara la
silla presidencial (incluso aquelles ministres impuestes por “mayoría
legislativa” provenían de una terna propuesta por el poder ejecutivo en turno)
y en el que el resto de las personas juzgadoras ocuparan sus puestos gracias a
una “carrera judicial” que sólo era un eufemismo para la compra de nombramientos,
el nepotismo, el amiguismo y corruptelas varias.
Y
sí, en algo tienen razón las plañideras mediáticas que lloran el final de este
sistema; la historia de la incompetente Norma Piña resume en su togada figura
todos los vicios y porquerías que caracterizaban al poder judicial, incluidos
el servilismo y entreguismo a los más oscuros poderes del espectro político
mexicano.
Todo
ello se ha acabado tras una elección en donde, con sus gradientes (algunos muy
significativos), las personas electas son, previsiblemente, más cercanas a
posiciones progresistas que a los intereses a los que servían les anteriores
jueces, ministres y magistrades.
Resultado
previsible, sí, pero no por el asunto de los mal llamados “acordeones” (cuya
naturaleza, ya fuera como ejercicio ciudadano legítimo o estrategia de un
aparataje político establecido, ha sido más que discutida), sino por el propio
principio fundamental de la inédita elección; cambiar al poder judicial... Y siendo
éste el objetivo, era de esperarse que quienes acudieran a votar (independientemente
del número que fueran o de los instrumentos que usaran para decidir su voto) no
lo harían por perfiles “en funciones” en el poder judicial que se pretendía
cambiar o propuestos por el mismo.
Y
sí, la derecha sabía que tenía perdida la elección judicial y que al intentar
movilizar a su exigua base electoral, sólo recibiría una humillación similar a
las que ha arrastrado desde 2018 y a la fecha... Así que, con perdón del símil
futbolero, prefirieron perder por ausencia que por goliza, esperando que en una
elección poco concurrida, alguna persona cercana a sus intereses lograría colarse
en algún puesto útil.
Por
eso, desde el principio, su narrativa fue la adjudicarse el porcentaje de abstención
como “victoria”, aunque esta obedeciera a un sinnúmero de razones que poco o
nada tuvieran que ver con sus llamados a quedarse en casa, entre las que se
cuenta, en una proporción no despreciable, cierta desidia de personas que
apoyando el cambio en el poder judicial, juzgaron innecesario votar en una
elección ya ganada porque la derecha no se presentaba en ésta.
No,
la abstención no refleja el poder de convocatoria de la derecha; éste está mucho
mejor representado en la ridícula manifestación a la que citaron el mismo 1° de
Junio, en la que difícilmente lograron rayar (por lo bajo) el millar de
participantes (incluso su exageración de “más de 3 mil personas” resulta
lamentablemente exigua).
Y
así como pretenden apropiarse de toda la abstención, también lo intentan con
los votos nulos; vendiendo a través de sus medios, opinócratas, granjas de bots
y trollcenters, la absurda narrativa de que todos estos son por “rechazo al
proceso”... Sin ninguna prueba, por supuesto, porque las afirmaciones de fe
nunca resisten la mínima confrontación con la realidad.
Si
bien, al contrario de lo que afirmara el idiota de Jorge Alcocer en ese espacio
de propaganda fascista que Carmen Aristegui mal llama “noticiero”, el conteo
oficial de votos nulos no diferencia aquellos que contenían alguna frase “de
rechazo” de los que se confundieron en el llenado de boletas inusualmente
complejas, de acuerdo a declaraciones de funcionaries del INE y de les ciudadanes
que realizan los conteos distritales, la inmensa mayoría de boletas anuladas
corresponde a la segunda categoría, siendo la primera a penas anecdótica.
A
esta realidad la derecha opone menos de medio centenar de fotografías de boletas
con “frases de rechazo” (las cuales, por supuesto, corresponden a aún menos
votantes, si consideramos que cada persona recibió entre 6 y 13 boletas
distintas, dependiendo de su entidad federativa y distrito electoral), las
cuales son repetidas una y otra vez por los medios, opinócratas, granjas de
bots y trollcenters de la derecha, en sus notas, reportajes, artículos de
opinión y publicaciones en redes sociales (en estas últimas es notorio el cómo
cientos de “personas reales que no son bots” escribieron las mismas “frases de
rechazo” en las mismas boletas, con la misma letra y hasta idénticas faltas de
ortografía).
A
este escenario se suman las obvias “denuncias legales” de la derecha, que
pretende lograr una “anulación” que sabe imposible y un informe de la OEA que,
tras apoyar los golpes de Estado en Bolivia y Perú y validar las fraudulentas reelecciones
de Bukele y Noboa en el Salvador y Ecuador, pretende dar lecciones de “democracia”.
Así el ambiente que marca el final de un poder judicial cuya última encarnación estuvo marcada por la liberación de criminales, la protección a delincuentes, la sumisión al poder económico y la inconmensurable torpeza política de Norma Piña, su camarilla y aplaudidores.
Mario
Stalin Rodríguez
Etiquetas: Apuntes sobre periodismo, El patético usurpador, Opinión, tratado sobre la necedad, virus informáticos
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