jueves, abril 17, 2025

PornoSemana 2025-00

 EUCARISTÍA

 Le duele la cabeza. Últimamente le sucede muy seguido después de escuchar las confesiones y raramente, como hoy, después de misa; como si el peso de toda su feligresía cayera sobre él y el cielo le cobrara sus pecados en forma de migrañas.

            Entra al pequeño cuarto adyacente a la sacristía y se asegura de cerrar bien la puerta, ya doña Consuelo se encargará de limpiar la capilla, guardar todo y despedir al pequeño Nicolás; él no tiene humor para eso.

            No vive ahí, su casa y todas sus comodidades están a unas cuantas calles; este es sólo un pequeño cuarto en el que descansa cuando las migrañas atacan... A penas tiene una pequeña cama individual, una silla y una mesa pegada a una esquina, sobre ésta hay una pequeña Tablet y, colgada de una de las paredes, la pequeña reproducción de “La Última Cena” de Da Vinci que su prima le regaló cuando entró al seminario, hace ya tantos años.

            Se afloja el alzacuello y duda si recostarse hasta que se pase el dolor... Descarta la idea.

            Hace a un lado la silla y se hinca ante la mesa. Cierra los ojos, une sus manos y, como lo ha hecho desde el seminario, cuando se quedaba a solas en su cuarto, empiezas sus oraciones ante el cuadro.

            No lo ve, pero percibe el súbito brillo que traspasa sus párpados cerrados; siempre es así... Escucha unos pasos lejanos, como si alguien caminara sobre una duela vieja y desgastada; siempre es así... Sigue orando.

            Siente una mano gentil que se le posa sobre la tonsura y, como siempre ocurre, siente un agradable escalofrío que le recorre el cuerpo... El dolor de cabeza de cabeza desaparece milagrosamente, curado por un simple toque.

            Abre los ojos y ante él, ligeramente recargado en la mesa, se encuentra el hijo del hombre, sonriéndole; así ha sido siempre desde el seminario, cuando su prima le regalara la pequeña reproducción de “La Última Cena”, más como una broma privada que por apoyar su vocación sacerdotal.

            El hijo de dios es idéntico a como se presenta en el cuadro del que salió. La pared  y el cuadro colgado de ella ya no están, en su lugar hay un vitral que presenta la misma escena, a través del que se cuela una luz difusa y casi celestial; así ha sido siempre desde el seminario, antes de que las canas invadieran toda su cabellera.

            Y, como ha sido siempre desde el seminario, el christós sonríe mientras va abriendo la túnica que viste; no tiene estigmas ni la herida en su costado y, como ha sido siempre desde el seminario, el sacerdote debe recordarse que el cuadro de Da Vinci le presenta como era antes de su martirio.

            El hijo que es el padre termina de abrir su túnica, vuelve a colocar la mano sobre su tonsura y con una sugerencia gentil, le acerca la cara hacia su miembro erecto...

-Comed y bebed-, le dice –pues éste es mi cuerpo...


Mario Stalin Rodríguez

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