El absurdo aprendiz de dictador te miente, niña; nos miente. Cuenta la historia según le conviene, la modifica a cada versión y te dice que esa es la memoria que vale... Pero es sólo su historia, niña, la que le conviene.
Por eso te aísla, niña, para que no recuerdes la otra historia; la del lento construir el futuro, la del caminar de los necios...
Y se vale de aliados, voluntarios o no. Voces ingenuas que te hablan desde la experiencia insuficiente. Voces perversas que sólo buscan volverte su reflejo.
Por eso te aíslan, niña, para que no recuerdes tu propia historia; la del doloroso construir el mañana posible, la del caminar de los necios...
Se apropia de tu voz, niña y en tu nombre pide comprensión para sus mentiras. El patético usurpador, niña, en tu nombre ordena el silencio de los necios, de los habitantes de la esperanza.
Por eso te aísla, niña, para que no recuerdes la historia compartida... Por eso, niña, entre la s sombras, los necios afilan la esperanza...
La mentira llena sus palabras; “Nunca fue la intención que esto sucediera”, “Se trató de evitarlo hasta el último momento”... El patético aprendiz de dictador justifica su acción negando su responsabilidad. La mentira llena sus acciones; aísla, miente... Presenta al otro como el culpable y recompone los hechos hasta que se amoldan a la falsedad que pretende imponer como realidad. Repite sus mentiras en cada foro, hasta que la memoria sólo retiene aquello que el pequeño aprendiz de dictador quiere. Invade cada aspecto de la vida, borrando lo que antes de él fue para suplantarlo con su imagen. Niega lo que le contradice (casi todo); “no entienden”, “no es su asunto”... El absurdo aprendiz de dictador tiene miedo... Miedo de que la realidad lo descubra como mentiroso, miedo de que la memoria hable de la verdad, miedo de que se arroje luz sobre su rostro y se descubra la verdadera cara de su usurpación.
Flota en el aire; ella, que me enseñó a escribir mañana en plural. Ella, que por tanto tiempo fue la imagen buscada en otras mujeres... Tiembla...
POP... Ya está, se ha ido. Sólo queda el ligero eco de su risa.
La veo subir, reconozco los lunares de su rostro... La recuerdo, cercana y distante, siempre mía y siempre ajena... Acercándose, negándome. Junto a ella, en siete letras, escribía esperanza... Tiembla...
POP... Ya está, se ha ido. Queda la sugerencia de su aroma.
La reconozco, el mar que fue tempestad entre mis sábanas, la forma en que veía el mundo... La recuerdo, la promesa de un mañana nunca cumplido, el bosque húmedo de su vientre... Tiembla...
POP... Ya está, se ha ido. Queda el recuerdo de su piel, cuando yacía cansada a mi lado.
Les veo, fueron compañeras en mi camino; cómplices efímeras. Les veo, tres de ellas bautizaron mis ausencias, todas dieron nombre, en distintos momentos, a mis pasos. Les veo, las recuerdo, a todas ellas las quise, algunas me quisieron; tres de ellas fueron ortografía distinta para amar... Les veo... Tiemblan...
POP... Ya está, se han ido. Sólo queda aquello que de sus compañías apropié.
De pronto ella, inesperada.
La veo, la recuerdo. El lento darme cuenta de sus pasos junto a los míos. El trabajoso proceso de aceptar que le quería en mis noches. Las madrugadas de su voz, la que era música en la noche. El recuerdo de su cuerpo distante, el deseo de ella y su risa... La sonrisa que iluminaba mis días... Tiembla...
POP... Queda un aroma como a rosas... En él, ella permanece.
POP... Queda la forma en que me cambió, una nueva visión para el mundo; este ser otro para seguir siendo yo... Y en éste nuevo que soy, ella permanece.
POP... Queda el sabor de las fresas, el gusto agridulce de mi deseo... En él, ella permanece.
P.D. que homenajea A Rebeca, porque hace cinco meses cambió mi mundo... Y a pesar de las distancias y las circunstancias, es ya imposible que vuelva a ser quien antes de ella fui.
Tal vez no era cansancio... No, que nadie se engañe, era cansancio, decepción; dolor y hastío. La vida le había golpeado ya tantas veces y de tantas formas, que su caminar era ya una colección de cicatrices y, aún así, seguía caminando.
A veces encontraba consuelo en sábanas efímeras. Otras, las menos, compañía... Aprendió a reconocerse en otras miradas; a buscarse en amaneceres compartidos... Pero ellas también fueron sombras, dolor; ausencias... Y, aún así, seguía caminando.
Que nadie se engañe, era cansancio, decepción; dolor y hastío... Y, aún así, seguía caminando.
Entonces ella, inesperada.
Que nadie se engañe, no hay una explicación para encontrarla; sucedió. De pronto sus madrugadas fueron buscar su sonrisa. De pronto la noche se pobló de la música de su risa.
Aprehendió de ella una nueva forma de ver el mundo y no hay aquí error ortográfico; aprehendió de ella, así, con h intermedia, como quien se nutre del otro y se cambia por su presencia... Su camino no tuvo ya fantasmas, sino memorias. No ya cicatrices, sino veredas por descubrir.
Aprendió de ella a cambiar el mundo, cambiándose en él; así, sin h intermedia, como quien encuentra en otros ojos la razón de cada amanecer... Y siguió caminando, construyendo un mañana mejor, sólo porque ella estaba en él.
Entonces ella, inesperada, lo condenó también a las sombras.
Que nadie se engañe, siguió caminando... Pero era ya distinto; donde hubo cicatrices y dolor, estaba ahora la memoria de su sonrisa. Donde hubo hastío, estaba hoy el recuerdo de su risa, la música de sus noches.
Siguió caminando y, a veces, detenía sus pasos sólo el justo tiempo para arrojar sus botellas a la mar, aquellas que buscaban y, aún hoy, buscan su sus ojos.
(Cortarciana) A veces este animalito fantástico, húmedo de las propias lágrimas, naufraga... Entonces arroja sus botellas a la mar, con la esperanza de que alguna le traiga de regreso tu sonrisa.
Lentamente voy retirando tu imagen de mi vida, contando los huecos que tu partida deja en mi; haciendo el inventario de tu ausencia. Alrededor del vacío tejo mi cáscara, la máscara que al mundo presento... Una sonrisa, difícilmente una risa, respuestas evasivas, mucho trabajo; simplemente, el hombre hueco.
Lentamente voy retirando tu imagen de mi vida. Evito decir tu nombre cuando intento dormir y me despierto cuando los sueños traen hasta mi tus ojos infinitos... Últimamente duermo tan poco. Alrededor del vacío tejo mi cáscara y niego tu nombre entre mis líneas; borro los trazos que te retratan... Me sumerjo en las sombras que me impones.
Lentamente voy retirando tu imagen de mi vida... Alrededor del vacío tejo mi cáscara... Hasta que cierro los ojos, escucho tu risa, recuerdo tu sonrisa... Entonces la luz que fuiste me asalta y la soledad a la que me condenas se hace sólo un poco más insoportable.
Ubicación: Ciudad de México, Distrito Federal, Mexico
"Por eso, señora, le decía yo que muchos no entenderán este paseo del camaleón por la alfombra abigarrada, y eso que mi color y mi rumbo preferidos se perciben apenas se mira bien: cualquiera sabe que habito a la izquierda, sobre el rojo".